El otro día, haciendo exorcismos en la noche de Halloween, me agencié de una Biblia que he
empezado a releer ávido. Qué maravillosa, educativa y entretenida
lectura: toda una historia de las mil y una noches del pensamiento
semita, rabínico y elohimista del oriente próximo. Va y resulta que
Dios quiere dar una lección a Sodoma y Gomorra, lugar donde viven los
sodomitas, grandes pecadores. Y Yahvéh o Elohim (porque los judíos
tenían dos palabras para lo mismo Dios -Yahvéh- o Dioses -Elohim- (¡!); uno era singular y el otro plural (¡!) –no tan
lejos están los griegos y las culturas
del Uno y lo múltiple, que curioso); en fin, que Yahvéh, Elohim, quiere
castigar a los sodomitas; y solo encuentra entre ellos a un hombre
justo: Lot. Al que avisa: -mira, chacho, sal corriendo que esto va
arder, !pero que va a arder! !No te entretengas ni lo más mínimo!. Así Lot
se va con sus hijas y su mujer. Su mujer –que es muy curiosona- se
convierte en estatua de sal (siempre las mujeres, que en la Biblia son
lascivas como ellas solas: En Antiguo Testamento están dándole al
fornicio para mejor repoblamiento del mundo -no nos olvidemos tampoco de
la vieja Sara, que se ríe de Dios cuando le dice Éste que se va a
volver a dar el lote con su marido, viejo, reviejo, Abraham y que con más de
noventa años se dan uno bueno revolcones). Y las hijas de Lot no tienen
otra cosa que hacer que emborrachar al padre en una cueva y fornicar con
él. Una lo hace un día y otra lo hace otro. ¡Esto es lo que cuentan en
las clases de religión!!Y yo perdiéndomelo!...El caso es que cerca de ese capítulo Abraham se lo había montado con una esclava suya con el beneplacito de su mujer Sara o Saray.
En la fotografía la hija de Lot dándole caña a su padre.
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