El talento como escritor de Max
Aub es descomunal. Max Aub afirmaba que para escribir se nace, ya fe qué él había nacido para ello. Max Aub era
un ciudadano de mundo. También decía que uno es del lugar donde estudia el
bachillerato. Y lo decía con razón, pues tanto su padre como su madre eran
alemanes y su vida juvenil un periplo entre países. Nació en Francia, donde
vivió hasta los once años. Después se establecieron en Valencia cuando él era
un joven de 11 años, lo que significa que su lengua materna no es el
castellano, sino que lo aprendió aquí, chicoleando en las calles y en el instituto; pero ¡Qué castellano! Después de acabar el bachillerato comenzó a
trabajar como comercial, y viajó por toda la geografía española, conociendo
gente, hablando, vendiendo; como un Cervantes joven, aprendió el idioma como
nadie. Aprendió a escribir donde se aprende a escribir: en el mundo. A lo largo
de su vida tuvo cuatro nacionalidades: francesa, alemana, española y mexicana. Max
Aub, teniendo como obras maternas otras lenguas (el alemán y francés) aprendió
el español en un tiempo muy corto, pero tiempo después confesó que solo podía
escribir en español. Ahora se entiende porqué afirmaba aquello de que uno es
del lugar donde se estudia el bachillerato. Entendía por patria otra cosa muy
diferente a lo que es entendido por patria aquellos que quieren envestir
tozudos. Como para Cervantes la patria es la localidad, el lugar donde uno
crece y juega y se enamora. Max Aub aprendió en los cafés y las tertulias; se
involucró prontamente en la vida intelectual, artística y creativa: escribiendo
obras de teatro vanguardistas y dirigiendo él mismo una compañía teatral. Y
como todos los intelectuales de su época vivió con intensidad la política.
Durante la Guerra civil rodó con Malraux una película “Sierra de Teruel”. La gallina ciega es la última obra que
escribió. Exilado en México, volvió a España, vencido pero no convencido, con
el objeto de escribir una obra sobre Buñuel. Pero lo que escribió fue una obra
maestra que, sabía, estaba destinada para no ser leída. La gallina ciega es un
cuadro de Goya y un juego antiguo donde, ciegos, los concursantes dan palos al
aire. Y eso es lo que significa “La gallina ciega” y eso es lo que significa
este país y los ciegos, los españoles. Escrito con un castellano extraordinariamente
rico y con una tristeza que encubría tristeza por toda la condición humana y
por un país que amaba y que también sentía suyo, pese a los más de treinta años
trascurridos en el exilio mexicano. Max Aub conoció la España literaria de los
cafés, de los intelectuales, de la política, del compromiso, de los grandes
valores, de los grandes momentos y de los ideales. Y todos le preguntaban por
lo mismo ¿Cómo ve usted ahora España? En un libro inclasificable ¿Relato de un
viaje hecho por un hombre maduro a la España de finales de los 60? ¿Ensayo?... “La
gallina ciega” es una impresionante obra en prosa escrita tal y como Cervantes
entiende la prosa, y “La gallina ciega” es, sobre todo, una obra para quitarse
las legañas que nos aprisionan los ojos y nos impide mirar. A su vez, en “La Gallina ciega” Max Aub, hombre de
mundo, ofrece un repaso magistral por toda la literatura española y por todos
los géneros literarios y los autores, con la opinión de su autor. Pero eso es
lo de menos, en él hay un hombre que sabe, que escribe como muy pocos han
escrito en castellano –de su nivel se cuentan en una mano- , y que con
clarividencia describe lo que España es y lo que España ha sido. El título es
significativo: la gallina ciega. Los españoles dando palos de ciego y con los
ojos vendados. Hace unos años, cuando vivía en Alcalá de Henares y aún joven
escribí esto sobre “La gallina ciega”. Aunque este libro es solo para leerle,
no para comentarle.
"El hecho es que durante dos
meses ningún estudiante, ningún periodista, ningún estudiante de periodista se
me acercó para preguntarme:
¿Usted estuvo aquí con Hemingway?
¿Usted estuvo aquí con Malraux
¿Usted estuvo aquí con Regler?
¿Que hizo Dos Passos durante la guerra?"
¿Usted estuvo aquí con Hemingway?
¿Usted estuvo aquí con Malraux
¿Usted estuvo aquí con Regler?
¿Que hizo Dos Passos durante la guerra?"
No sé con qué palabras ni de qué
modo describir el libro que acabo de leer, pues todo lo que diga quedará
pequeño; una sensación de diminuto transeúnte por la vida al lado de Max Aub.
Una admiración. Un respeto gigantesco. Un libro que me ha llegado a las entrañas
mismas. Un limpiador de legañas. Una reverencia a alguien que debería ser
referencia. Un faro, una luz. Un ensayo sobre la ceguera. Un monumento a la
cultura, a la conversación. Un altar merece. Y yo ciego. Ciego. Ciego. Ciego.
Ciego como muchos. Como el que mira como Fernando Alonso hace la carrera o como
juega el Madrid-Barcelona. Y que coste, no soy del barca. Solo quiero que el
Madrid coma el polvo. Se asombraba un familiar cuando dije esto. Y me preguntó ¿Por
qué?. Porque soy un radical. Un antifranquista. Cada vez más rebelde. Tal vez,
lo que soy es cada vez más clarividente: ya no solo destetado, sino con las
lagañas bien limpias. No veo en el fútbol, ese maravilloso deporte, más que
política. Admiro el fútbol que hace el Barca, pero tampoco comulgo con los
palcos y los políticos. Menos con los del Madrid. Pura política. Gallina Ciega.
Marca y As, remedos del franquismo. ¿Qué clase de país es éste? Max Aub, esa
luz y yo tan ciego. Llego tarde, me digo. Sí, sí, sí, tarde, tarde, tarde. No
me enteraba de nada. No sabía nada. No, hombre, que dices, eso del franquismo
ya pasó, de aquello no queda nada, me dice el familiar. Y yo me revuelvo.
!Ciegos! Y me mira con cara que expresa: este ha perdido un tornillo. Cómo
quiere que pierda el Madrid, tan solo, por antifranquismo. Si yo no conocí el
franquismo. Si cuando Max Aub murió yo aún no había nacido. Admiré a la quinta
del Buitre. Era niño. Y disfruté en el Bernabéu, con Sanchís, con Chendo, con
Buyo, con Michel, con Butragueño. Ciego. Ciego. Ciego. Es el libro más bueno
que he leído en mucho tiempo. No quiero terminarlo, no quiero que se acabe
nunca. Estoy dejando las últimas páginas para saborearlas. Este libro es un
impacto, un mazazo. Mierda de país, y mierda de cultura, y mierda de guerra y
mierda de franquismo. ¿Hubiera sido Max Aub el mismo sin esa mierda?. No sé. Qué
hombre, qué sabiduría. Cuantas lagañas en los ojos. Cuantos bares, que pocas
tascas. EL chascarrillo, el chiste, el suelo lleno de desperdicios en los
bares. Entre estos señores de los cafés y las tertulias y nosotros hay un
abismo insondable. Y el franquismo. Mierda de franquismo y mierda de cultura y
mierda de país y mierda de Real Madrid. Y el régimen abriendo el culo con Cela
-grandísimo por otra parte-. Y Max Aub desconocido. No sé escribo en un momento
en el que el mazazo recibido ha sido mayúsculo. Había leído “Campo del moro”.
Me había gustado. Esos espacios arrasados y ese estilo teatral, que me
recordaron a la película, no sé si por algún motivo, “muerte de un ciclista”,
de Barden. ¡Pero esto!. Soy un hijo de la posmodernidad, del fin del relato, de
los bares llenos de servilletas, hijo de obrero industrial. Ciego, ciego. Aznar
fue el despertar y el PSOE de González, tal vez, un dormir. Botellón y fiesta.
Una mierda de profesores en la Universidad: venga empollar para no ver. A
excepción de Enrique Múgica -profesor de Historia del pensamiento político-. He
llegado tarde, me digo. Mejor tarde que nunca. Aún soy joven, otros nunca
despiertan: dormilera. Y Max Aub. Es tarde haberlo leído con 32 años. No sé. Yo
creo que es tarde, pero igual no me hubiera enterado de nada. Tal vez lo he
cogido en el momento justo. Pero es tarde. Con 35 años Max Aub estaba rodando sierra de Teruel con
Malraux y otros muchos morían en los frentes con convicciones e ideas. Solo que
en aquellas épocas los jóvenes no estaba ciegos.
Por suerte, los jóvenes vuelven a
un nuevo despertar. Vuelven tiempos interesantes. Esa maldición oriental.
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