Resulta curioso como la filosofía, que nace como un intento de
conocimiento y del des-ocultamiento de la soberanía legitimadora de los
dioses antropomorfos (a los que denomina como mythos o relatos) se
convierte en una ciencia (episteme) de lo divino. Efectivamente en los
primero filósofos la “theía”, lo divino, se constituye en el objeto
fundamental de la filosofía. Así la palabra teoría deriva del estudio de
lo divino y que Aristóteles considere la vida filosófica como el “bíos
theoretikós”, la vida dedicada al estudio y contemplación de lo divino,
no es baladí. Lo que ocurre es que el significado de lo divino para la
filosofía es muy diferente de la concepción de lo divino en la divinidad
antropomórfica (Dios con forma de hombre), sino que el theon o lo
divino consiste, según los filósofos milesios, en un principio inmanente
de la physis; en oposición a los dioses antropomórficos, éstos oponen
que la physis está reglada por unas leyes internas, no trascedentes, de
la fhysis. Según Diógenes Laercio la filosofía nació dividida en dos
escuelas o corrientes de pensamiento: La milesia y la itálica. La
itálica fue la pitagórica: en la pitagórica se hipostasia (se coloca
fuera) de la physis el logos (lo divino) de la realidad (del ser). Y
esto se hace con la matemática. Se diviniza el número, que nace con el
uno y todo son representaciones de ese uno que, al convertirse en plural
por la mezcla de ese número con la no-realidad, surge la pluralidad de
los números, los cuales explican la multiplicidad de los fenómenos. La
filosofía estudiará la realidad (el ser) y tendrá dos posibilidades: los
principios legislantes de la realidad estarán, bien, fuera de la
realidad o, bien, dentro de la realidad. Y en ambas concepciones se
hacer referencia a lo divino. La tradición griega (milesia, heraclitea,
permenídea, jonia y aristotélica) parte de que lo divino es inmanente a
la physys. La escuela pitagórica no es griega (micénicas, dóricas o
jónicas: indoeuropeas) sino que parte de una incorporación al mundo
griego de tradiciones no griegas, sino caldeas, sumerias y egipcias.
Cual son dos tradiciones diferentes: órficas y, por tanto, salvíficas y
de trascendantibilidad de lo divino: El número como exterior y
explicación a la physis. La reacción eleática y heraclitea será contra
ella. Y que en Atenas será coninuadora hasta Platón, en la cual la
Academia cambiará de tercio tras su muerte: se pitagorizará. La doctrina
platónica será una doctrina que tratará de hipostasiar el ser, porque
su raíz será pitagórica a partir que Espeusipo, como hemos dicho, tome
el mando de la academia. De lo que disentirá Aristóteles. Lo divino es
plural e inmanente a la physis, son los principios legislantes y
soberanos de la realidad, son la base del conocimiento y el saber y van
de lo uno (pros hen) y vuelven a lo uno, siendo “lo uno”, “ousia” “la
esencia” o “definición” de la cosa (el horismós) en la cual la realidad
será pensada. La doctrina platónica inicial partía de la misma
concepción en la definición del bien ontológico como precipitado de la
realidad; sin embargo a partir de El Parménides y El sofista, y el
Teeteto se torcieron hasta El Timeo: El ser hipostasiado, donde se
fractura el pensar con la realidad. Esto es: la concepción hiper-urano,
fuera de la physis, y matematizante del demiurgo, como ingeniero
metro-matemático y como realidad fundamental. La crítica aristotélica
es, pues, es contra esta postura de la Academia y la imposibilidad de
otro pensamiento en ella tras la muerte de Platón. La academia abandona
la casa del padre Parménides y Aristóteles con el Liceo vuelve a ella.
Según la profesora Teresa Oñate, como nietzscheana-heideggeriana, en su
obra viaje a los inicios de occidente esa concepción tendrá graves
consecuencias para el desarrollo de la técnica moderna y la destrucción a
la que en el siglo XX-siglo XXI estamos asistiendo. Porque la técnica
instrumental se separará de lo divino. Por ello, la profesora Oñate
establece una vuelta a los pasados no-dichos y no-pensados y, por tanto,
una vuelta al Aristóteles griego: Labor de la hermenéutica en su
posición gadameriana. Esto es: para la profesora Oñate el Aristóteles
griego desapareció de la faz de la tierra, y la vuelta a él es
fundamental para recuperar la cordura. Teresa Oñate es duramente
criticada desde las posturas de derecha. La acusan de ser heideggeriana
de izquierdas y, por tanto, de intentar crear una izquierda sin Marx. El
aspecto de lo divino platónico hiperurano, la profesora Teresa Oñate
nos dirá que el platonismo, que tenía relaciones y contactos con la
tradición mosaica, llega a la idea del Demiurgo metro-matemático que se
saca el mundo de la chistera y, por tanto, con ÉL pone el tiempo
filosófico o aión fuera del ser (de la realidad) y con él la vuelta al
relato antropomorfico y al tiempo cronológico del mytho creador y
ordenador de los elementos y el inicio de los relatos. No es baladí que
con ello el mundo heleno platónico sirviera de palanca filosófica al
nuevo cristianismo emergente: el Dios que entra en el tiempo.
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