martes, 4 de noviembre de 2014

MATEO 6.24: NO PODÉIS SERVIR A DIOS Y A MAMMON


Las metáforas teológicas de Marx (Dussel) IV


«No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen y donde ladrones minan y hurtan, sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón [...] Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a Mammón».
Mateo 6:19-21.24.2

Una de las claves para la lectura de Marx como teólogo se encuentra en que Marx es un conocedor eximio de la Biblia. Sus posteriores exegetas eran muy mediocres intelectualmente hablando en ese aspecto –al igual que los propios teólogos oficiales del régimen prusiano-, por ello todos los pasajes teológicos se los pasaron por alto. Es por ello que la hermenéutica marxista es muy mediocre. Como explica Dussel, para la tradición semita y cristiana la sangre es sinónimo de vida; así la sangre, la vida humana, del trabajador es sacrificada al fetiche, que queda transubstanciada en el capital como “trabajo muerto”. En su tesis doctoral escribe sobre las pruebas sobre la existencia de Dios y afirma sobre la misma que son meras tautologías: ¿No ha reinado Moloch?, se pregunta. El viejo Dios de los Ammonitas, Dios fenicio al que se sacrificaban los hijos, un pueblo que nació de Lot, emborrachado por una de sus hijas con la que yació. Y es que el Levítico 18.21 se indica la orden de no ofrecer en sacrificio a los hijos por el fuego. Pero que es lo que ocurre de veras en la Inglaterra del siglo XIX y hoy en muchas partes del mundo: el trabajo infantil con jornadas extenuantes de trabajo. El sacrificio a Moloch, el capital, la sociedad burguesa. Marx era un pequeño burgués que va pensando las realidades. Es un radical burgués amante de la libertad. Y observa como en el Estado autoritario prusiano, cristiano luterano, se ejerce la censura y la confusión entre el Estado policíaco y la religión cristiana. Marx observará ya en todo ello el fetiche como inversión: la inversión de las cosa es tomada como  persona y la persona por la cosa. Y Marx elaborará la crítica desde el pietismo. La confusión del principio político con el  principio religioso-cristiano, que pasa a ser la confesión oficial, en una religión que ampara lo terrenal y que es culto del estado absoluto: Una tergiversación total del “civitas dei” de san Agustín.  Una crítica dura a la cristiandad -y al Estado teocrático judío-, realmente nacida en el imperio bizantino, como la de los profetas de Israel. Marx coincide con Kieerkegaard - que en Dinamarca- desde el pietismo está en lo mismo. Sin embargo, Marx pronto pasará a la cuestión del Dinero: y les dirá nítidamente que cuando consideran dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César, entienden por príncipe de este mundo a Mammón, al oro, y a la libre razón como sinónimo de él. Marx se presenta como periodista tal como el profeta Oseas: polilla para Judea y carcoma para Israel. Y que estos dioses son fetiches: dioses salidos de sus manos. Ese es el dios al que adoran en Prusia. Marx, como teólogo muy ducho –más ducho que aquellos a los que se refiere-, se lo echa en cara: Marx se lo espeta a teólogos mediocres. Y Marx no es un periodista cualquiera: es un alumno ayudante de Bruno Bauer. A Moloch se le sacrifican vidas y a Mammon el fetiche, Dinero, obra producto de las manos del hombre mismo, y en el que objetivan su poder. Una crítica teológica muy severa. Pues es la adoración al fetiche, a una cosa inanimada que abandonará su carácter natural para satisfacer sus deseos. Mateo 6.24 lo deja claro: “No podéis servir a Dios y a Mammon”. Y en el salmo 115 donde dice que “sus ídolos son plata y oro, hechos de la mano del hombre, tienen boca y no hablan, ojos y no ven, orejas y no oyen”. Ese es el Dios fetiche al que se adora. Porque fetiche significa un Dios hecho a mano al que se idolatra. Y esa es la religión oficial prusiana, el luteranismo: una religión fetichizada. Un culto a los dioses fetiche.

No hay comentarios: