miércoles, 19 de noviembre de 2014

EL PROBLEMA DEL CONOCIMIENTO EN KANT ¿QUÉ PUEDO SABER? El IDEALISMO PARTE DEL SUJETO. DIOS Y LA CAUSA. EL TREMENDO SALTO DE LA LIBERTAD








Por JG. Elaboración propia, basado en: “El lugar de la ética en la filosofía kantina”, Javier Muguerza, obra “la aventura de la moralidad. Paradigmas, fronteras, y problemas de la ética”, 2014. Cap. 3 DEL RENACIMIENTO A LA ILUSTRACIÓN: KANT Y LA ÉTICA DE LA MODERNIDAD



 Descartes había creado desde la “res cogitans” –desde la cosa pensante- la idea de Dios. Dios es, pues, una construcción de la mente humana: condición necesaria para que la realidad sea tal cual es. Sin embargo, Kant, despertado del sueño dogmático, ya no puede partir desde una “idea” para asegurar que lo real es lo real. Dios, pues, no garantiza que la realidad se ajuste al pensar y que, por tanto, contrarreste al genio maligno que nos engañe. El genio maligno era el Dios luterano, y luterano es Kant. ¿Qué puedo saber? Se preguntará Kant y dicha pregunta se configurará, pues, en un problema fundamental, junto con ¿Qué debo hacer? y ¿Qué me cabe esperar?. Es el sujeto quien construye la realidad, no Dios. Por ello lo que hace Kant es un diseño de la estructura del “sujeto cognoscente”. El sujeto que conoce la realidad, el hombre y cada hombre de carne y hueso y concreto. Este es el sujeto trascendental: un sujeto que ya en la mayoría de edad piensa por sí mismo y construye la realidad desde la razón autónoma.  El sujeto trascendental kantiano consiste en que es el hombre el que crea el conocimiento y por tanto la realidad, pues, previamente, en él se encuentran las condiciones de posibilidad para hacer dicho conocimiento, como un a priori o condición necesaria del pensar:

1) Mediante el principio de causalidad y 2) El espacio y el tiempo como categorías del sujeto.

¿Qué significa esto? Pues que la noción de causa entre los fenómenos es una noción interna al sujeto. Así como el espacio y el tiempo, que no se encuentran, ni son dados en la realidad, sino que es puesta por el sujeto. Son categorías del pensar ubicadas en el sujeto de un modo a priori o anterior a la experiencia sensible. Cuando hay una tormenta, por ejemplo, el sujeto cognoscente extraerá una noción de causa, a priori, junto con la información empírica disponible: “llueve porque hay nubes cargadas de agua que la sueltan”, uniendo gracias al “principio de causalidad” como un a priori del pensar, el agua a las nubes; a su vez esa tormenta ocurre en un espacio y un tiempo (aquí y ahora), que es puesto por el sujeto. En la realidad el tiempo y el espacio no existen como tales: es el sujeto quien dispone de esas nociones a priori, según Kant. Parecen dos aseveraciones raras, pero no lo son tanto si pensamos en la física newtoniana. La ciencia kantiana se fundamenta en el “determinismo causal” y mecanicista: todo viene determinado por una causa; pero esa causa es puesta por el “sujeto trascendental”, que es una idealización de todo hombre.
Kant opina que cuando “la razón” pretende ir más allá de lo permitido por la estructura del sujeto (metafísica y objetos de la razón pura, sin base metafísica alguna –Dios, alma, mundo, libertad-) se veía inmersa en dificultades y aprietos insalvables, O ANTINOMIAS DE LA RAZÓN.

Pues, como decimos:

1) No hay modo de demostrar que el mundo natural tenga una causa: es el hombre quien se la pone. Tampoco se puede mostrar que no la tenga. Es lo que denomina “antinomias de la razón”, una vez establecido que Dios no nos garantiza que lo real (fenómenos y “cosas para mí”) sea lo real (noúmeno, lo pensado, cosas en sí). El noúmeno solo podrá ser pensado, pero no conocido: por eso se llama noúmeno, la palabra griega que significa “lo pensado”, pero no “lo sabido”. Kant será un agnóstico en la posibilidad de demostrar la existencia o la inexistencia de Dios. Podrá pensarse, pero no saberse.

Sin embargo, ¿Cuál es el salto que pega Kant?

2) El tremendo salto de “la libertad” y el de la “responsabilidad moral”, el Dios luterano del Deber. El hombre toma decisiones y no puede arrogarse el “beneficio de la causalidad”. El Nazi que afirma: no pude hacer otra cosa, el Dictador asesino, pero todos y cada uno de nosotros: justificando sus actos por causas que le llevan a hacer lo que hace diciéndose a sí mismo “No puedo actuar de otra manera”; consistiendo en ello una trampa hecha uno con uno mismo. En ello nos situamos en la “antinomia de la libertad y la causalidad”. Los hombres somos seres naturales, sometidos a la causalidad, y algo más: somos seres racionales y libres. Y esa libertad nos lleva más allá de lo que somos, el reino del ser, para enfrentarnos al reino del deber. El hombre se queda corto con la pregunta ¿Qué puedo saber? Sino que tiene que ir más allá y preguntarse ¿Qué debo hacer? No es solo saber lo que las cosas son, sino trascender en ello hacia el hacer (praxis) y hacer lo que se debe sin conculcar con ello la libertad. Ese es un Dios luterano que desde el Dios católico hiper-urano omnisciente y todopoderoso no puede ser entendido. El no hacer es ya una opción.


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