lunes, 17 de noviembre de 2014

ALGÚN ELEMENTO EPISTEMOLÓGICO EN KANT SOBRE El DIOS MORAL LUTERANO Y LAS REVOLUCIONES POLÍTICAS EN FRANCIA.

Uno de los elementos que debemos entender en Kant es el que él mismo llamó “revolución copernicana”. Bertrand Russel opina con razón que en realidad lo que Kant hizo fue una “revolución ptolomeica”. ¿Qué quiere decir esto? Pues que Kant, al recibir de Hume el escepticismo, debido a que éste aniquiló la idea de causa (sueño dogmático) y, a su vez, recibió de Leibniz la prevención de incurrir en el sueño escéptico. Hume le previno que es imposible confirmar empíricamente la atribución de Dios sobre la causalidad de la existencia del mundo; pero Leibniz le condujo a que no es imposible al sujeto que conoce (el hombre) la posibilidad de construir un conocimiento científico que fuese más allá de lo empírico. El “criticismo” consistirá precisamente en el intento de salvar esa posición (imposibilidad de atribuir a Dios la causa del mundo y la posibilidad, pese a ello, de construir un discurso científico); para ello Kant hizo la “revolución copernicana”, que consiste en centrar en el sujeto la condición de posibilidad del conocimiento y no en el objeto. Bertrand Russel, siempre tan ocurrente, dirá que lo que en verdad hizo Kant fue el de volver a colocar al hombre en el centro del cosmos en tanto sujeto de conocimiento. Con Kant lo que ocurre es que la idea de Dios se vuelve fragilísima. Ya la fragilidad había empezado con Descartes, al hacer de Dios parte de la duda metódica y que, partiendo del Yo cartesiano pensante, se llega a la idea de Dios – pues en Cartesio Dios es una idea del hombre-; Spinoza o Leibniz, desde el racionalismo, continuaron con la demolición conceptual. Para Spinoza Dios es el todo: por tanto nada concreto; y para Leibniz es solo un Dios de la racionalidad y simple organizador. El Dios filosófico es, pues, un artesano, un demiurgós, como para Platón; nada de un Yahveh, ni de un Elohim, y menos de un Dios hecho hombre. Con Kant la ruptura llega a un súmmum: Dios es, tan solo, un precepto moral y universal. Un imperativo categórico con el que quería salvaguardar la inmortalidad del alma. En definitiva: el Dios Luterano del deber. Este giro ptolomeico tendrá graves consecuencias políticas e históricas: La historia la hacen los hombres y no Dios. Y por eso los hombres cortarán la cabeza a Luis XVI: una muestra del nuevo poder humano haciendo historia y cortando los lazos de Dios para con la Soberanía.

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