sábado, 19 de abril de 2008

Hablar de política y Generación del 14



Alguno de los lectores que puedan navegar por estas páginas pueden pensar que estoy ideologizado y, por tanto, politizado. Nada más alejado de la realidad: la política me interesa bien poco. Claro es, me refiero a la política a la que habitualmente los mediocres, porque no tienen nada mejor que hacer, se suelen dedicar. Vamos, que la política me importa bien poco en ese aspecto, como he dicho. No así los debates éticos o morales que ante ella se suscitan: por eso no hay ningún partido político en especial al que yo me siento más afecto, como pueda parecer y me cansaré de repetir. Es muy posible que los que no me han leído nunca se lleven una falsa impresión por ello: que mis más furibundos ataques se los endose al Partido Popular no quiere decir, por ello, que alguno de sus partidos adversarios me sean más simpáticos. Algunos eso ya lo saben: lo que pasa que están acostumbrados a ver la política de una manera tan maniquea y misérima que no saben reconocer a un raro espécimen que piense por si mismo y en segida buscan encasillar al descasillado: con Ortega trataban de hacer lo mismo. Hay algunos que ya me han leído mucho más y que saben por donde me encuentro: Centro liberal y, a la vez, progresista. Se que esos conceptos son difíciles de entender para los que, metidos en política, han leído, sin embargo, bien poco sobre ella. No es raro encontrar habitualmente a personas que hablan de política y de España y que, a la vez, leen bien poco. Cuántos hay que ignoran casi al completo la densa y prolija Historia Social y Política Española de los últimos dos siglos. Hay incluso muchos que se quedaron en la Restauración Borbónica y de ahí, dieron salto zancudo, al Movimiento, la Reconquista Civil, la Dictadura y la nueva Democracia parlamentaria: Vamos, una historia de España asentada en cuatro “latiguillos” ideológicos mal asentados. De un tiempo a esta parte he sentido un gran interés por documentarme sobre los debates políticos enjundiosos que se mantenía en la España decimonónica: y, por ello, me enganché por completo a la lectura de la novela española del XIX. Eso ya algunos lo saben: pero por si a caso hubiera nuevos lectores, les pongo al día, pues no todos mis escritos me los he quedado guardados en el disco duro exterior del PC: aunque los tengo a buen recaudo en otro sitio más difícil de configurar. En definitiva: empecé con Galdós leyendo Tristana y Nazarín y desde entonces cada vez que tengo oportunidad cae alguna nueva obra de este autor. Por descontado: Varela o Blasco Ibáñez son también de mi gusto; como lo son Unamuno, Azorín y Baroja. Se que estoy apretujando mucho el espacio, pues otros esto ya lo saben, pero es sin duda la Generación del 14 la que me suscita mis mayores pasiones, y ya iré dando cuenta de ella en mis artículos. Debemos reivindicar a aquella gloriosa generación: Gabriel Miró, Ramón Pérez de Ayala, Juan Ramón Jiménez, José Ortega y Gasset, Manuel Azaña, Gregorio Marañón. Sin duda serían ellos y sus escritos los mejores repertorios para entender parte de la política española del siglo XX con algo más de iluminación. Algunos, debido a la nefasta política cultural vivida y otros por la poca importancia que se le da a esto de las letras, se han dejado infundir por cuatro tonterías hilarantes y desternillantes que a mí no me hacen ni pizca de gracia. En fin: Es Ortega y Gassett el número uno en mi lista: para buscar una referencia política adecuada a mis propósitos sería esa. Bien es verdad que es difícil mantener esa postura ante los que con virulencia tratan de desbancarte en tus apreciaciones, y que es difícil caer hacia los extremos a causa de los iracundos: ¡No es eso! ¡No es eso! Y ya iréis cayendo en cuenta de ello. Soy más centrado, y liberal, de lo que algunos me han tratado de llevar. Lo que pasa que el guante al hígado al que llevan algunos politiqueros mediocres y de tres al cuarto hace que aparezca la dialéctica más iracunda y vehemente. Ni soy tan contrario a la Institución eclesiástica como puedo parecer, ni mucho menos. Sin embargo, es algo habitual que los mediocres, aquellos que pertenecen a las masas en rebelión de las que habló Ortega, aparten del comentario político a los intelectuales: la generación de1 14 fue un caso ejemplar, como la voz de Unamuno: callaron o hicieron callar a los que mejor sabían hablar. En fin que esto es sabido ya muchos, que son incapaces de ver por donde ando, porque, digámoslo de verdad, nunca han tenido una noción profunda de lo que la política es. Difícil es de explicarlo si no se leen algunos de los discursos políticos que valiosos intelectuales dieron en el hemiciclo en su tiempo

1 comentario:

prespitucho dijo...

la apolitización es resultado de la educación que nos legado el franquismo sociologico, a estas alturas ya deberiamos saber interpretar lo que significa:a mi la política no me interesa...