lunes, 14 de abril de 2008

El contrato a los inmigrantes


Hay que felicitar al Partido Popular por el golpe de efecto que está dando a través de sus proposiciones en materia de inmigración. Anda diciendo lo que muchos querían oír y los réditos electorales serán positivos. Que la inmigración, y la socialización e integración, es un problema digno de someter a debate me parece fuera de toda duda y hay que aplaudir que se inicie en campaña electoral, para que así los ciudadanos sepamos que lo que piensan los políticos que, llegado el caso, detentarán responsabilidades de poder. La materia es populista: se recoge lo que en foros de Internet se espeta, lo que en reuniones del mismo signo se arguye y, plof, se suelta en campaña electoral, lo que dice el taxista, lo que comenta el jubilado de la SEAT, el pintorzuelo de Villaverde: sí, ese que presentaba una lista de ceros en su boletín de notas escolares y ahora lleva en su flamante “tunning” la bandera de España y en el llavero; el homófobo y xenófobo “lumpen proletario” que culpa a los de fuera, no se sabe muy bien de qué, no dándose cuenta que la basura la tiene pegada en sus calzoncillos y que el primero que no vale ni sabe una mierda es él. Hay algunos señores políticos del Partido Popular que expresan su gran conocimiento y manejo del sector servicios y en el difícil arte de ser camarero o barman. No hay nada mejor que un español impoluto, a ser posible limpio de sangre que presente en su currículo una heráldica sin mancha, para servir unos huevos con chorizo. Yo creo que este señor político panzudo, más acostumbrado a que le sirvan que a servir, debería presentarse a algún puesto de los que ofrecen como camarero, aunque dudo que sirviera para el puesto, pues desagradable es un rato largo; además, no da el tipo para servir honorablemente pues su oronda grasa es desagradable a más no poder y aunque huela a flores como político de buen seguro que olería a carnero cuando de sus sienes goteara sudor tras salir de la cocina de un restauran. Como servidor público no vale un ardite, y en cambio se jacta de ser político: le gustan que le sirvan, y como sirviente público no vale el sueldo que cobra; más digno, más hombre y más valiente que él es el teleoperador ecuatoriano que te ofrece la línea ADSL. Ese señor es un zorro con piel de cordero, un fariseo, uno de esos que montan tenderetes a las puertas de los templos. Hipócritas, que se jactan de aliarse con la jerarquía eclesiástica, y olvidan las lecciones que dio Jesucristo en San Mateo 16, 2-9, sobre la levadura o hipocresía de los fariseos y saduceos. Como político más vale que pase a engrosar las listas del paro, pues tiene la misma habilidad para dar discursos que las críticas que hace a los camareros inmigrantes. Váyase a buscar trabajo como camarero señor, se lo ruego encarecidamente, pues de buen seguro que algún empresario de su fisonomía le mandará a la mierda. Me dirá usted que pertenece a una familia de bien y que, por ello, no tiene necesidad de irse a ser camarero. Pero, digo yo, vales lo que eres, como ser, dice ser político: como político eres una mierda y, por tanto, tu destino es el retrete humano. Una caca. Usted habla de buenos camareros y fíjese usted en lo que es, “El discurso sobre los sándwiches” comparado con los discursos elegantes que daba Gasset en el hemiciclo o cada vez que hablaba o escribía en un periódico, o los discursos políticos de Varela, o Bazán, o Azorín, o Galdós (unos de izquierdas, otros de derechas) al discurso por usted proferido va del camarero soumiller exquisito al establecimiento de comida rápida; con mis respeto para estos dignos trabajadores, pues este señor no les llega a las suela de los zapatos en su oficio. Ese discurso de los camareros bien vale una carta de despido por ineptitud reconocida públicamente.

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