miércoles, 8 de octubre de 2008

Sobre laicidad positiva, siguiendo a Bertrand Russell.



El ABC, desde que volvió a la moral tridentina de la más alambicada tradición contrareformista española y tras dejar atrás una interesante época humanista, está haciendo acopio de argumentos teológicos: Hace tres días atacaba al laicismo invocando a mismísimo libro de Job, ayer, en “la tercera” trataban de la “laicidad positiva” y hoy, una vez más, nos dan la lata con “la iglesia, a pesar de todo”. El artículo sobre la laicidad positiva me pareció del todo interesante, si no fuera porque la realidad francesa donde se expuso no tiene nada que ver con lo que se cuece a estos lados de los Pirineos. Allí, en Francia, la separación Iglesia-Estado llegó ex abrupto a causa de un proceso revolucionario sanguinolento y que una vez conseguido han caminado por sendas separadas. Aquí ha sido otro cantar. El caso es que nos vienen dando la matraca y ya tres días seguidos se van haciendo muchos para que no les demos, como ciudadanos, la consiguiente respuesta a su tesón. Hace nada ponían a parir a esa ola de laicidad que, como una peste vesánica, inunda la cristiandad: y, en especial, la más ortodoxa de sus provincias. El feudo del Opus. Aquí atrás Estado nacional-católico. Y, ahora, hasta el cardenal Rouco aboga por la “laicidad positiva”, ignorando que allí, en Francia, pueden plantarse cosas que aquí no valen. Francia posee un Estado laico y nadie lo cuestiona. España no. Precisamente el día anterior el propio periódico de los prelados lo ponía en cuestión con el artículo referido. Eso no es lo peor: en las cabeceras del Poder judicial, político y militar se sientan ultra-católicos convencidos. No somos aquí, en estas páginas, conformes a esa laicidad positiva y menos para un país como España; tener conocimiento de la historia de las religiones, de los propios postulados religiosos, sus argumentos – en especial de la tradición judeo cristiana – no es objetable. Al contrario: El conocimiento es, en verdad, una actitud moral: un deber ético. El respeto a la moral católica, por otro lado, esta en paridad a cualquier otra moral y así debe ser respetada por el Estado. Para todo lo demás !Ya está bien!: En la TVE nos desayunamos los domingos con tertulianos apostólicos ínfimos. Este domingo, sin ir más lejos, un “especialista” que había estudiado la figura Dios y Jesucristo en el cine, ponía a parir, literalmente, a Bergman acusándole a él de intrascendente !Válgame Dios! !Bergman intrascendente! El argumento que presentaba es que el director mostraba su duda existencial sobre Dios. Tacharlo de intrancesdente es una falacia cuando el propio director no es que crea en el Infierno: es que lo muestra. El infierno está en este mundo ¿hace falta irse más lejos?. La teología de estos sujetos dominicales es la de los borregos y los rebaños: la que se nutre del miedo compresible a la muerte para ejercer la política en el ámbito de este mundo. El nuestro: el de los vivos. Ya está bien: se hace necesaria una oposición que haga frente a esta gente. Los intereses eclesiásticos se sitúan en las esferas del Poder y, por ende, en el Estado y se pasean por el como Pedro por su casa. La situación en otros países no es menos halagüeña. Que en Estados Unidos la candidata republicana a la vicepresidencia sea una ultra “creacionista” lo dice todo. Es un hecho cierto que estos poderes religiosos no tendrían escrúpulos en considerar como ciudadanos de segunda clase a quienes nos oponemos a la religión tradicional, a diferencia de lo que hacemos nosotros con ellos, y es un hecho, aún más cierto, que su campaña frente al laicismo, que no pretende otra cosa que la separación entre Iglesia y Estado, perseguirían, como siempre han hecho, a los que no piensan como ellos. La creencia religiosa no sirve, como argumenté en mi artículo el cristianismo no es un humanismo, para resolver el esencial misterio que abruma al ser humano. Que aboguemos los laicistas por limitar el Poder a las instuciones religiosas no implica que nosotros seamos intrascendentes: no lo somos. Y Bergman menos, como expuso este fin de semana un ignorante ultra católico en un programa en la televisión Pública española. Ignorante es quien habla sin saber de lo que habla: y este señor lo fue. Así de claro. Bergman pone en entredicho, usando una lógica aplastante, el dogma de Dios como Summnun Bonunn: y eso es lo que les jode. No otra cosa. No ha habido director de cine más trascendente que Bergman: puesto que no solo no se pregunta por Dios sino que, a la vez, lo escruta. Actitud esta humanísima. Ni siquiera Dios puede librarse del escarperlo humano: es, como dirían los escolástios, consustancial a sí mismo. La religión no resuelve el problema de la trascendencia, la de la primera causa. Borges siempre lo ha dejado claro en su metafísica circular ¿ilógica?, también trascendental. Bertrand Rusell no lo explica con claridad. Este sabio, como otros que se pusieron el solfa tras la crisis de la modernidad, a principios del siglo XX, se cuestionó esta tesis, otra vez escolástica, del medioevo, leyendo la autobiografía de Jhon Stuart Mills: “Mi padre me enseñó que la pregunta ¿Quién me hizo? No puede responderse, ya que inmediatamente sugiere la pregunta ¿Quién hizo a Dios?”. Es como decir que el mundo descansa sobre un elefante, añade, y éste sobre una tortuga. ¿Y la tortuga?. El siglo XX, señores, supuso la crisis a la modernidad, que por hoy no voy a explicar lo que es. Lo dejare para más adelante. Esa crisis de la modernidad surgió como un imperativo humano; mientras curas y prelados han quedado mas anticuados y añejos que una abadía benedictina, mandando quemar los libros, las ideas, las reflexiones que van contra sus dogmas ferreamente inoculados en su niñez. Dios, señores, no explica el mundo. No lo resuelve. El siglo XX estuvo ahí para someter a crítica esa postura milenaria. Eso no implica, por tanto, que no seamos intrascendentes. El Dios cristiano forma parte de la mentira institucionalizada por Apolo: esa es la genealogía de la moral. Pero si ustedes quieren vivir con su mentira, vivan. Dios no les pertenece en exclusiva. Menos le permite que su mentira quiera ejercer el Poder dentro de instituciones que son de todos. Entiendo la postura del “laicismo positivo”, puesto que frente a él, se argumenta, que vendrán otros a imponer otra moral diferente y, acaso, peor. Eso no nos parece cierto, teniendo en cuenta, como es , que toda la religión se ha sustentado, como señala acertadamente Russell, en dos pilares: el miedo y el odio. Me imagino que iguales se puede llegar a ser: peores no. No es necesario acudir a un templo ni escuchar a un eclesiástico, mal formado, para encontrarse con Dios. Repito: nadie tiene el monopolio de Dios. Y los falsos e hipócritas, menos. Jugar con la inocencia de la gente y su deseo ingenito a rogar a Dios, a Theos, o a un Ser Trascendental, para imponer una moral y copar los puestos de Poder choca sobre los principios de una ética basada en el hombre

1 comentario:

paredes dijo...

Echan de menos a su santa inquisición.
Eso es lo que les jode, que van perdiendo adeptos y por ende poder.

En Francia no les queda otra que echar mano de la laicidad positiva,( a la que zarko ayudará)ya que como tu dices, la separación entre iglesia y estado, es algo tan arraigado en esa sociedad, que poco pueden hacer sus sermones para cambiarlo.