lunes, 12 de abril de 2010

El Hombre Rebelde I, de Albert Camus.

Afirma Albert Camus en "El Hombre Rebelde" una proposición de esas que, en la tradición filosófica, merece la pena detenerse. La filosofía, la reflexión filosófica, está compuesta de frases mazazos. De frases que construyen a la vez que destruyen. Veamos dos ejemplos, del todo conocidos: “Pienso, luego existo”, de Descartes, y el “Dios ha muerto”, de Nietzsche. Merece la pena detenerse, por añadidura, en esta que Albert Camus escribe: “Yo me rebelo, luego existimos”. Define Camus lo que es un hombre rebelde: un hombre que dice no. Un hombre que, en determinado momento, decide emerger: sustantivizarse, dejar de ser objeto. Adentrandose en los primeros grandes rebeldes, nos habla, en primer momento, del marqués de Sade, después su análisis se centrará en los nihilistas y revolucionarios. Su objetivo es explicar "la rebelión metafísica": rebelión que surje a finales del siglo XVIII de mano de los libertinos. En la dialéctica Hegeliana del amo y el esclavo - y que luego sirvió a Marx para formar la dialectica social del conflicto de clases- será esencial para comprender la evolución de esa rebelión que se constituye en histórica. La evolución de las relaciones sociales, materiales, históricas, que van desde el la esclavitud, al trabajo servil, no libre, al trabajo libre, retribuido: el trabajo asalariado. El trabajo asalariado es, es mi opinión, la clave en la evolución de las relaciones sociales: una creación burguesa, la del trabajo libre, pero, a la vez, dependiente: es ahí que el cambio operado en las relaciones de producción, constituye la más grande emergencia de sustantivización del “hombre rebelde”. El Hombre rebelde emergede un modo revolucionario en el siglo XIX y explica, en occidente, los sucesos históricos del siglo XX. Su individualidad rebelde crea un sujeto colectivo. Ortega lo nominó como "la Rebelión de las masas", ahora Camus analiza el Yo, individual, que va a conformar un un sujeto colectivo en "El Hombre Rebelde". Esta es su evolución: Descartes fue el filosofo más importante de la modernidad: dio lugar a la sustantivización, la subjetivización, de un tipo de hombre: el Hombre que no necesita a Dios para afirmarse. Ese es el valor del “Pienso, luego existo”: Es el Hombre de la burguesía, por tanto, el que emerge, el que se sustantiviza. eL HOMBRE BURGUÉS: El Hombre que no necesita a Dios: no necesita una sociedad sustentada en Él. El “contrato social” de Rousseau constituye la deificación de una nueva voluntad natural para decir y decidir lo que está bien y lo que está mal: la gran necesidad humana de guía moral que estaba resuelta con Dios. Si no se precisa a Dios, la voluntad de todos, la voluntad del pueblo, es la nueva deidad. El regicidio no es lo mismo que el tiranicidio. Sobre el tiranicidio se había hablado y escrito mucho antes. El regicidio es otra cosa: es el fenómeno esencial en las revoluciones burguesas. Si existe una deidad, cual es la voluntad popular, no se precisa de Dios. Ni de su representante en la tierra: El Rey. Es por ello que es la asamblea legislativa la que juzga al rey. Y la sentencia no es otra que el corte de su cabeza. La soberanía nacional derriba a la soberanía teologal: “Dios ha muerto”. Ha sido decapitado por los hombres. Por un tipo de hombre, el hombre burgués: el creador de las ideas de la Voluntad popular, la Soberanía Popular, como la forma de componer la Verdad: Dos deidades excluyentes. El regicidio es un deicidio. Ahora bien, debemos concluir, con Adorno, que la exigencia de que Auschwizt no se repita es la primera en educación. De Descartes a Auschwizt hay, históricamente, una corta distancia. Los siglos del hombre rebelde, el XIX y el XX, necesitan de un ensayo: de ese sujeto que prefiere la muerte, y el asesinato, para afirmar su existencia, Su existencia colectiva, y que ha dado lugar a que se hayan desarrollado en estos siglos los crímenes de lógica y el terrorismo de Estado. Esa es la lectura necesaria que Camus hace. “Se estimará quizá que una época que, en cincuenta años, desarraiga, avasalla o mata a sesenta millones de personas merece solamente, y ante todo, ser juzgada”; “cada día al alba, asesinos con galones, entran en una celda: el asesinato es la cuestión”. La realidad es, afirma Camus, el crimen lógico. El Hombre Rebelde es un esfuerzo por entender esos cincuenta años. Tal vez por entender algo que no tiene lógica: el asesinato lógico. La matemática de la muerte. La muerte que va más allá del nihilismo. Esa es el objeto del ensayo de Camus.

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