lunes, 7 de diciembre de 2009

Notas sobre economía y mercado de frutas


¿Cómo equilibrar las fuerzas del mercado imperfecto, cuando existe un producto de calidad, y evitar a su vez la falacia de composición? Una de las claves en el debate sobre “desarrollo”. En el mercado de frutas y hortalizas hay dos mercados imperfectos y oligopolístas que explican la diferencia de precios entre productor y consumidor final.




Siempre es de gran utilidad acudir a la lectura de los clásicos del pensamiento. Es un adagio de sobra conocido y archisabido; si no acudimos a ellos puede ocurrirnos como Juan de Mairena aseveraba: que otorguemos mayor atención a los novedosos que a los originales. Es por ello que hoy he acudido a releer a un clásico del pensamiento económico, Charles P. Kindleberguer, profesor de Historia económica del MIT, y sus ensayos sobre “el orden económico internacional”. En aquellos estudios analiza el papel de experiencia histórica y su conocimiento para analizar los problemas del mundo actual. Tal autor analiza las crisis financieras de los años 30, comparándola con el Lunes Negro de 1987, y las crisis de la década de 1980. Es de sobra interesante pues las crisis de las década de los ochenta son, a mi modo de ver, menos comparables a la de 1930, como sí lo es la actual. Aunque todas las crisis del modelo económico mundial mantienen todas la misma dinámica. Es importante analizar y poner en tela de juicio, como Kindelberguer lo hace, la teoría de “las expectativas racionales”. Esto es, como sostienen los economistas monetaristas: que los mercados dirigen toda la información disponible de acuerdo con algún modelo económico razonable, generando un muestrario de precios y una inversión de cuantía correcta. Observamos, en sentido contrario, que la hipótesis de “las expectativas racionales” es falsa. Esto es: el mercado no tiene una mente, ningún nivel de inteligencia, ninguna función objetiva ni fin; así como ninguna gama de informaciones, ni muchos grupos diferentes con una heterogénea capacidad de respuesta implicados en él. Al contrario: Algunos invierten rápidamente por sinergias; otros, para obtener una renta, después de que el mercado registre una expansión durante un largo periodo, al tomar, tardíamente, conciencia del fenómeno. Del mismo modo, nos explica Kindlerberguer, algunos obtienen ganancias, otros se contagian por apetito de ingreso y de riqueza y, más lisamente, de codicia y avaricia. Porque esos dos, y no otros, son la inteligencia –ya lo señaló Adam Smith- que mueven las combas económicas. EL patrimonio o patrimonios en cuestión aumentan de valor. La euforia limitada se convierte en ” boom”. El boom, en un determinado ámbito, puede generalizarse de uno o más objetos de inversión, de uno o más países. El problema aparece cuando las cotizaciones en uno o más mercados se elevan a alturas insostenibles. Eso es lo que vuelve a ocurrir con la crisis financiera de 2007: Exceso de demanda, seguido de convulsión y de falta de crédito. Todo esto es sabido: ahora bien, lo que no caemos es en las responsabilidades. Para ello escribe un ensayo bajo el título de las responsabilidades económicas; y es que aquí pasamos de la pura teoría económica de las expectativas racionales de monetaristas a otro ámbito: el de la filosofía moral. Para Kindelberguer que la economía funcione bien es preciso dos formas de responsabilidad económica: 1) obediencia a la ley apoyada en el imperativo categórico de Inmanuelle Kant (pág. 307), deshaciendo la falacia de composición (esto es de una importancia supina comprenderlo: lo que puede parecer mejor para cada uno no es lo mejor para todos en su conjunto) y 2) el liderazgo positivo. Ahora vamos a realizar un segundo análisis. Los “mercados imperfectos”. Las teorías monetaristas y liberales (en economía –que no el filosofía política-) plantea. Vemos como los mercados no funcionan en competencia perfecta, donde todos los agentes económicos acuden al mercado con igual fuerza de compra y de venta. Es una abstracción que desde la antropología cultural no tiene ningún agarradero, menos en filosofía política. Analicémoslo en el mercado de frutas y hortalizas. En él advertimos dos mercados imperfectos, y que explican la diferencia de precios entre el productor y el consumidor. No es en la cadena de valor donde se quedan las ganancias. No: Eso es una falacia. Se encuentra en la codicia en el manejo de unos mercados que son imperfectos. Así: del productor al comprador mayorista. Son muchos los productores y pocos los compradores mayoristas-distribuidores; por tanto hay una relación de Poder. El mercado es imperfecto en él. A su vez, el son pocos los distribuidores y muchos los compradores. Pues bien. Se hace preciso actuar de modo moral dentro del mercado, para equilibrar la balanza; que la crisis equilibrara la imperfección del mercado puede ser posible; pero a medio plazo considero, y siempre consideraré, que los mercados son imperfectos y hay relaciones de Poder en ellos. Alterar las relaciones de Poder es una de las tareas encomendadas, si no única, para torcer aquello que los economistas llaman “falacia de composición”, surgida de la misma codicia: aunque la crisis dará un baño de humildad a muchos. ¿Cómo equilibrar las fuerzas del mercado imperfecto, cuando existe un producto de calidad, y evitar a su vez la falacia de composición es una de las claves “del desarrollo”? que ¿Cómo se hace eso?, como invertir la carga del mercado? Debe tenerse en cuenta en el debate.

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