martes, 22 de diciembre de 2009

El joven Törless


Hoy voy a hablar sobre la complejidad de algunas películas y lo interesantes que son por lo que hacen pensar al espectador. Por eso, voy a hablar, sin poderme extender en demasía, del “Joven Törlles”, una obra maestra del cine europeo, dirigida por VolKer Shlondorff, y basada en un libro de Robert Musil de 1906, titulado “las tribulaciones del joven Törless”. Es en mi opinión una película esencial. En ella nos relata las vicisitudes de unos estudiantes –en especial de Törless- de la alta burguesía alemana en aquellos horridos, fríos e inhóspitas instituciones educativas alemanas que darán lugar al Nazismo, donde se fundamentará lo racional de lo irracional. Hay épocas de la historia que son de interés fundamental; épocas interesantes del vivir en las que son preferibles no experimentar. Que surja esta película en aquello que se llamó cine alemán es del todo coherente, siendo este un film clave; hemos de recordar, además, que este es un autor de otro de los films imprescindibles del siglo XX, como“el tambor de Hojalata”, adaptación de la novela de Günter Grass. La pregunta es ¿cómo se llegó al Nazismo desde la racionalidad? ¿Cómo se llegó a la irracionalidad desde instituciones donde se estudiaba la racionalidad de la cultura occidental, en un país donde se encontraban las filosofías más potentes del XIX, conocidas como “el idealismo alemán”?. Como aquellas novelas de Herman Hesse, “bajo las ruedas” o “Demian”, que con una u otras interpretaciones más o menos críticas, no desvirtúan la labor introspectiva que los alemanes realizaron de su pasado y que dio lugar a una de las crisis brutal que, visto desde hoy, tratamos de comprender de alguna manera. Puedo traer a colación aquí ese Proemio exquisito que escribió Ayala en “la cabeza del cordero”, de un hombre que con una lucidez extraordinaria, insuperable, escribía sobre los tiempos que le había tocado vivir. El Joven Törless es una extraordinaria muestra de la sinrazón; y que el realizador, mediante la puesta en escena, primera, nos ofrece una explicación edípica, freudiana, de la juventud burguesa alemana. El plano corto con el que ahoga a los personajes, hijo y madre, en la separación; y el plano del tren que se marcha, con el rostro materno desapareciendo por la izquierda. Toda una declaración de intenciones de una burguesía y de una juventud, la alemana, que se educa en unos colegios infames. La fotografía que destaca el frío horrible de la campiña, con esas mujeres calentados en fuegos, imágenes que se repetirán en “el tambor de hojalata”; y el joven Törless advirtiendo el mundo, la realidad, en el paseo que le lleva al caserón colegial donde va a ser educado, militarmente, y en el que se esconde, dentro de la racionalidad, un ejercicio de la violencia brutal. Racionalismo, irracionalismo, educación opresora y ambiente campesino donde se ubica en colegio. El joven Törless es espectador; pero el hallazgo formal, básico, con el que admiramos esta película se encuentra en las reflexiones internas que va realizando el protagonista sobre la realidad que percibe, usando para ello el lenguaje de la cámara, sin el cual el Cine no es Cine. Ciertamente, el Jóven Törless es un joven reflexivo que analiza los hechos, participando, reflexionando sobre ellos, pero si tomar partido moral en la violencia. Eso se le ha achacado y con razón: pero no estamos en esas disquisiciones morales, sino más bien, en la reflexión sobre como el nazismo toma cuerpo en aquellas instituciones, donde el futuro que espera a aquellos jóvenes ya sabemos cuál fue. La respuesta del profesor, al cual acude Törlles, que trata de comprender, e ir mucho más allá, de la explicación en los números racionales -¿Cómo es posible, se pregunta, que sobre los números racionales, se construyan puentes?- y, perplejo, el profesor le dice: “Todo es sentimiento, también las matemáticas”; para encadenar con un acto de violencia ejercida sobre un alumno, en lo que va a ser el acto de degradación humana al que posteriormente llegará el nazismo. También hay reflexiones sobre el Poder, y la degradación al que el ser Humano puede someter a otro, inhumanizandolo, cosificándolo, en base al Poder, a la naturaleza del Poder; y eso no se hace desde el Estado, tan solo, sino en las más mínimas relaciones; ambiente moral Nietzscheano, en una educación atroz, donde lo racional y lo racional es experimentado por jóvenes que hablan de cosas impensables a día de hoy: como el de elevarse, de tal modo, sobre la compasión: “un despilfarro de fuerza vital: mataré en mi esos sentimientos superfluos”. Jóvenes instruidos por instituciones que no les dan respuestas. Análisis de la degradación humana. Un fuera de campo prodigioso, mientras pegan a Basini, mientras Törless admira por un cristal, donde se reflejan sus ojos.

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