jueves, 21 de mayo de 2009

El deslinde de las derechas, la derecha liberal, la cuestión religiosa una vez más

Llevo algún tiempo presentando el argumento de que la organización de las derechas católicas, en sus ámbitos más propicios – el regional y el local- a partir de 1933 fue la causa de que la II república se hiciese impracticable. El intento republicano de 1931 trató de organizar una democracia donde la sociedad civil gobernarse, mediante el sistema de mayorías parlamentarias y que, para evitar el caciquismo rural, debía hacer coaliciones electorales, en un sistema electoral pensado como contraposición al pucherazo. Leo un artículo del historiador Juan Pablo Fusi en la revista “claves de la razón práctica, nº 178”, sobre la derecha liberal y Miguel Maura, comentando el libro que este político de la derecha liberal republicana escribió en 1962.: Así cayó Alfonso XII. De una dictadura a otra. El artículo se incardina dentro de la defensa de lo que parece ser busca una tradición liberal de la derecha en la figura de Miguel Maura, hijo de Antonio Maura. Sobre ello tendré algo que decir. Por lo pronto es que advierto que la tesis de que de las derechas católicas, la Iglesia católica, haciendo impracticable la república es coincidente con mis apreciaciones; solo que con matizaciones ideológicas importantes que difieren. En especial por el intento de restitución de la derecha liberal y, en último término, de justificación moral del 18 de Julio, el proceso de transición, y el último término de la asimilación elíptica de lo que hoy hay como derecha es una derecha liberal y no una derecha franquista, nacional-católica, nacida de la dictadura del régimen franquista. En realidad eso no es así, en mi opinión, por más que últimamente las derechas españolas hayan encontrado la doctrina liberal en las facultades de económicas varias. Por eso la intención del autor del recordar a Miguel Maura no es otra que esa; pese a que todo análisis de su figura, y de ese libro, no está demás, pues también sirve para encontrar muchas claves. Mi opinión, así, es otra a la de Fusi: la derecha liberal española, cuyo antecedente, sí, puede ser Miguel Maura, desapareció en el momento que las derechas católicas organizadas por la jerarquía y organizándose desde los ámbitos locales y regionales deciden derribar la república. Una república laica muy difícil de asumir. Así, el autor escribe lo siguiente: “Lo que ocurrió, no obstante es bastante conocido. La política laicista de la República encarnada en el artículo 26 de la constitución de 1931, más incidentes de la quema de conventos del 10 y 11 de Mayo de 1931, así como de la expulsión (por el propio Maura) del belicoso cardenal primado, el cardenal Segura, provocaron la movilización política de la opinión católica contra la república, capitalizada desde su creación a finales de 1932 por la Confederación Española de las Derechas Católicas, el partido de la derecha católica, bajo el liderazgo de Gil Robles. La posibilidad de que en torno a Miguel Maura se hubiera cristalizado una derecha conservadora y republicana se frustró (…). La CEDA de Gil Robles logró 115 diputados y emergió como primer partido del país. La estabilidad política de la República fue imposible.” En un discurso dado por Maura en 1934 habló del “deslinde de las derechas” así como artículos publicados en el liberal diario el sol, la interpretación de Miguel Maura de la crisis política española. Ya el título de la conferencia es evocador: el “deslinde de las derechas”; que viene a significar que las derechas se organizan por el catolicismo, y no por el liberalismo. Por eso hay que matizar lo del liberalismo en las derechas españolas actuales, que más bien parecen tridentinas, franquistas y nacional-católicas. Lo que dice Maura: se deslindaron. Y los análisis históricos llegan hasta hoy, pues la Monarquía Borbónica puede ser asimilada a la Monarquía británica, con una tradición liberal que abarca desde las Guerras Civiles habidas hace tres siglos, de reducción del Poder absoluto del Monarca por parte de los niveladores. En España la tradición es otra, con unos borbones que han sido apeados de la Monarquía en varias ocasiones. Maura considera, señala el autor – que como siempre que uno escribe sobre esto, se hace interesadamente- que el 1931 las izquierdas podían haber representado la creación de un estado democrático. Pero culpa al sectarismo de Azaña y de la izquierda de la política laicista del bienio 1931-1933. Puede tener razón en ello o no. Leyendo últimamente a Habermas, sobre sus opiniones sobre Religión y República, los debates aún siguen. Lo que me parece razonable pensar es que Manuel Azaña, la izquierda republicana, extraído al leer sus obras, procuró defender una democracia donde gobernase la Sociedad Civil. Me parece que en aquellos tiempos eso era muy difícil de asumir por los que, de veras, poseían el poder moral para decir y decidir “lo que se debe hacer” y “como deben ser las cosas” en cada una de las localidades españolas; esto es, los curas y los caciques. Pero aún así Maura considera que, extraído de Fusi, considera que la CEDA opta por la liquidación del adversario. Y esto no viene a ser otra cosa que reconocer, según lo veo, la liquidación de la derecha liberal española. Liquidación que hoy perdura, por más que quiera Fusi advertir. La liquidación en mi opinión de la derecha liberal, repito, se produce cuando las derechas católicas deciden derribar con toda la carne en el asador a la izquierda republicana. No hay, en mi opinión, más sectarismo que ese, a día de hoy que el debate sigue abierto como recientemente se ha puesto de manifiesto entre Habermas y Ratzinger. Lo que no parece de recibo en el artículo es asimilar a “la derecha liberal” representada por Alcalá Zamora, Ossorio, Jiménez Fernández o Luis Lucía, con la habida en el franquismo; esto es Joaquín Satrustegui, Fernándo Álvarez de Miranda, Jose María Areilza y UCD, señaladamente con los Garrigues. Opinión que no comparto, pues si estos son “derecha liberal”, en mi opinión debía haberse opuesto al regímen franquista desde la ruptura. Si no lo hicieron es que siguieron dando legitimación al 18 de Julio, y al derribo del régimen por parte de la CEDA, y al “deslinde de las derechas”. Así que de liberales nada. Las derechas serán liberales, aún lo pueden ser, cuando haya un nuevo deslinde.
El problema de toda la política española es que se sustenta sobre una tremenda inmoralidad que muy pocos se atreven a decir; que la IGLESIA participó en la tragedia, fustigando políticamente; que el asunto que se trató fue el de laicidad-democracia-libertad, que derivó en anticlericalismo, a un lado y privilegios consuetudinario de la Iglesia en la educación moral. El levantamiento contra la opresión moral que suponía que unos decían como “debían ser” las cosas, lo que estaba bien, en base a una antropología y moral católica; y otros que dijeron vasta. Las derechas católicas se organizaron inmoralmente, con el objeto de imponer su moral a los demás, y se apoyó en el ejército, en las armas; ese es, en mi opinión, la tragedia moral de la política española: que la IGLESIA se manifestó contra toda clase de liberalismo; que en esa época tremenda el comunismo, el anarquismo y el socialismo estaban presente no cabe ninguna duda. Pero eso no justifica nada. No señor, no lo justifica. No está bien; y por eso todo está dado la vuelta; y “el bien” y “el mal”, el maniqueísmo, quedan difusos. Lo que parecía “bien”, para algunos, no lo era; lo que era “el mal”, tampoco. Ni Dios ni el Diablo tenían nada que ver. Sólo hombres que se mataban por intransigencia; El problema está en que se llamó Cruzada, una espada en nombre de Dios, en una época donde la filosofía ya había pasado de la ilustración, que recorría nuevos senderos en una agonía del cristianismo y de la fe. Que el vitalismo y el existencialismo superaban el pensamiento teológico medieval de la Iglesia; que se estaba ya a un paso la fenomenología y la filosofía analítica; que el nihilismo nietzscheano había asestado el segundo golpe a la moral cristiana. El primero fue la autonomía moral ilustrada; Freud golpearía por tercera vez con las conductas sexuales. Y la Iglesia seguía anclada, filosóficamente, en el escolasticismo y, políticamente, en el Renacimiento, teológicamente, en Trento. Heidegger, Husserl, Adorno y todo lo que habría de venir, puso a la teología muy por debajo de la filosofía. Y fue aquí, en este país, donde se defendió la última espada de colocar la teología, la moral, la política sobre toda esa crisis de la modernidad. Esa modernidad que comenzó en el XVI y que quería desligarse de las creencias medievales. Esa creencia que ponía a Dios en el centro todo. En España a los “modernos”, a “la moral moderna”, “a los liberales”, “a los masones”, a la tradición regeneracionista de la moral política, “a los Krausistas” se les tachó de “rojos”; todos en el mismo saco, junto a los semianalfabetos campesinos que clamaban por un cambio de mundo. Y sí, repitámoslo. Repitámoslo porque es una tremenda inmoralidad la que se abate sobre este país y que cuesta reconocer.

3 comentarios:

paredes dijo...

El clero, viendo el camino de laicismo que llevaba la sociedad española, se jugó el todo por el todo, y ganó.
Está clarísimo el papelazo protagónico que jugó en esa guerra.Era mucho lo que se jugaba:El ser o no ser , de unos improductivos que vivían y viven del sudor de los demás.
Construir escuelas y dar una educación "para la ciudadanía"es el peor veveno que puede tragar esta élite.
Ahora están en las mismas.

Javier dijo...

Excelente y muy trabajado artículo.

Tal vez uno de los peores desastres de la guerra fuera la aniquilación de la derecha conservadora y democrática de este país. Una derecha que hoy no ha podido regenerarse, que es, de hecho, totalmente inexistente, pues, como bien dices, fue aniquilada por las derechas ultracatólicas (que son, se quiera negar o no, las que gobiernan este país, ocupen La Moncloa o no).

Lo cierto es que este país todavía no ha asumido con objetividad histórica lo que ocurrió, y esto produce que aún hoy los mismos procedimientos sigan siendo válidos; es decir, que una parte de la población siga apoyando a x personas que han detentado el poder (por legitimidad divina) desde siempre, y que de este modo se haga impracticable cualquier gobierno de otra naturaleza.

Me alegro de encontrar gente que no tenga problema en denunciar lo que ocurrió y lo que ocurre.

Jake dijo...

Muchas gracias por vuestros comentarios. Es que yo creo que no es tanto la memoria histórica como la verdad histórica; creo que todo el regímen político que hoy tenemos se debe a la mentira histórica. Y nadie se atreve a decir las verdades. Si leemos a Javier Tusel, que fue cronista oficial, no se advierte toda la gran mentira. Leyendo a Raymond Carr, Gabriel Jackson, Henry Buckley, Orwell, y a los escritores de la generación del 18 y del 14, se extrae una verdad que no se quiere reconocer: Que la Iglesia fue la madre del cordero. Esa es la tremenda inmoralidad y, cuando se habla de la palabra república, que es sinónimo de democracia, la gente se caga de miedo; cuando a los que hay que tener miedo es a los que adoptan dogmas de fe inamovibles. De que son capaces de fustigar a las armas para su razón no me cabe duda. Son una secta y parece que da miedo decirlo. Pero lo son.