martes, 19 de mayo de 2009

Galdós y la política

"No temamos que nos llamen anarquistas o anarquizantes, que esta resucitada inquisición ha descubierto el ardid de tostar a los hombres en las llamaradas de la calumnia. Ya nos han dividido en dos castas, buenos y malos. No nos turbemos ante esa inmensa ironía. Rellenemos las filas de los malos que burla burlando, a la ida contra el enemigo, seremos los más, y a la vuelta los mejores'' Manifiesto de Pérez Galdós 1909 contra el régimen político surgido de la I Restauración Borbónica.


Palabras certeras de Benito Pérez Galdós, un espíritu libre; lo vengo diciendo: las costumbres políticas españolas se encuentran todas ya en él narradas y explicadas. En ese sentido soy casticista. Lo mismo que ocurría, ocurre. Son los mismos viejos cerriles enseñando las mismas mentiras y mitos fundacionales de generación a generación; los mismos latiguillos y miserias morales. La misma España cerril y taurina que enviste si ton ni son. Pero siempre hay unos elegidos, pocos pero que son la crema hispana, que con el capote de la libertad tratan de torear ese toro español que se llama “cerril”. Por regla general, bien gordos, acaba ganando el toro, pues su punta de lanza son las astas ensangrentadas, son jaleados por las sotanas; mientras que para los otros es la libertad: pero su tiempo está acabando; aunque miedo me dan, el liberalismo que tanto odiaban (la igleisa siempre ha sido anti-liberal) terminará por destronarles de su miseria moral. Y mueren bufando, ¿de qué otra manera sino? Todo está en Galdós y en Blasco Ibáñez; toda la España Cañí está descrita ya a finales del XIX y primeros del XX. No hace falta irse fuera de este país para darse cuenta de que son y en qué consiste la reacción: son los que se repiten. Nos llaman de todo, sin darse cuenta que su cociente intelectual es ínfimo, que su cerebro es tan pequeño como el de una vaca. Que solo tienen cuernos, cueros, pezuñas y que los amantes de la libertad estamos desnudos ante ellos; quizá una pequeña celada hecha de cartones y atada con cuerdas que de un solo empellón quedan desbaratadas. Ellos son gigantes o molinos: mera herrumbre que bufa, escarban y patean al leve viento de la libertad que se mueva; otros somos humanos si más ni más. Pero, ya lo dijo Galdós, nos llamen anarquistas o anarquizantes, o nos llamen lo que sea; su fin está próximo. Empezó hace cinco siglos el fin del largo camino de liberalización del ser humano frente a la opresión moral de aquellos que, envestidos como intérpretes sumos e infalibles, de lo que se “debía hacer”. Se debe hacer, sí, lo que esté bien; pero no lo que ningún Dios ni sacerdote proclame. Sino cada cual, en el ejercicio de su Razón, considere como bien común. Ese es el ejercicio de la libertad que nunca entenderán los bueyes, siempre con el yugo puesto, siempre con la vara del vaquero sobre de sí; Esos bueyes que, si por ellos fuese, nos enjaezarían yugos a todos los demás, a los anarquistas que llaman, y que no somos, a diferencia de ellos, bueyes, ni queremos yugos…. Galdós, una de las plumas mejores del continente, a la altura de un Dostoieski, o un Balsac, o un Zola, o un Tolstoi, no recibió el premio Nobel porque las fuerzas de la Reacción sotanil y oligarquica, patriótica, o salovapatrias, impidió la consecución del premio Nobel de literatura de Galdós, simplemente por oponerse al sistema monarquico caciquil de la restauración. Para que vean las fuerzas de la reacción quienes han sido también "antisistema.

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