jueves, 7 de mayo de 2009

Debates sobre la cuestión religiosa durante la II república (Continuación)

En los debates que mantengo sobre esta materia, mantengo las siguientes posturas: La Iglesia intervino políticamente durante todo momento. Eso no justifica ningún atentado contra las personas que la conforman ni la quema de sus edificios. Intervino en política; además, su intervención trataba de mantener o conservar. Y lo que había durante la Monarquía hacía atrás era un estado teocrático de sumisión política de la población en las localidades: lugar donde mandaban cuatro, el cura entre ellos, y la forma de ver el mundo era como esos cuatro decían que "debía ser". Eso de que le digan a uno como "deben ser" las cosas es muy duro; quizá los españoles sean muy Numantinos. Y que le digan a uno como "deben ser" las cosas, cuando las cosas son tan rematadamente injustas puede producir estados de ¿anarquía?. Mandar, decir lo que se debe hacer, es muy bonito: Sí señor, made usted. Tragarlo no lo es tanto. Quizá la población viera en ella, sin justificar nigún asesinato cometido, como la fuerza contrarevolucionaria con mayor poder de organización. Y no estaba estaba escasa de razón en eso, como luego se pudo ver, al organizarse utilizando las sacristías como sedes políticas. Y al final, revolución y contrarevolución son la misma cosa y se comportaron de forma rematadamente inmoral. Al respecto de los sucesos del 11 de mayo los considero como deplorables. La clave, no se, de la política española estuvo entre las tensiones clericalismo-anticlericalismo. Por eso busco sus antecendentese en la reforma del clero intentada por el humanismo cristiano y la organización del mismo en la contrareforma. El Cardenal Segura con su pastoral y el círculo monarquico, la marcha real, oponiendose al nuevo regímen: La Iglesia, con sus jerarquías, metido en la acción política. La quema de conventos del 11 de mayo, si deplorables. La acción política de la Iglesia no justifica los actos contra ella cometidos, es verdad. La Iglesia, ciertamente, se organiza para defenderse (Contrarevolución), y efectúa la acción política: el derribo del regímen. Organizando las derechas locales. Participó en todo el embrollo, actuando políticamente. Simplemente eso. Que no es poco. Se comportó, me parece a mí, como organización política o sindical. Me dirán que algunos sindicatos y partidos usaban psitolas, y que la Iglesia no. Es cierto. Pero también miró hacia otro lado y no vio, ni quiso ver, tampoco, lo que no le interesaba; o lo justificó, lavandose las manos, interponiendo a otros, los salvadores: los caballeros de la cruzada. Participó de una manera muy hábil y organizada. La quema de conventos del 11 de mayo fue deplorable, pero pienso que la no aceptación del art. 26 fue más importante.

Como han podido comprobar mi opinión al contenido de la redacción del art. 26 es negativa, quizá por inoportuna: se realizó sin tener en cuenta, en realidad, ese ente teórico de la ilustración llamado “la voluntad popular” - la voluntad popular tiene sentido en una sociedad civil que se organiza políticamente en base al laicismo: poner a Dios sobre la mesa de la negociación significa un vicio democrático, puesto que la política democrática, liberal, consiste en negociación entre personas sin poner ni pistolas ni dioses sobre la mesa -. En fin, "la voluntad popular" que precisamente los liberales-burgueses -los masones, dirán- tanta importancia daban, se tergevirsó con una "acción popular", que no era otra cosa que una "acción católica" y que trataron de llamarla como "acción nacional". Y que precisamente ese artículo, además de otras muchas cosas, desató todas las iras contra el régimen. Eso nunca lo he discutido. Espero que entre todos consigamos aclarar un poco los hechos, tan empañados. También trato de argumentar, espero que así se interprete, es que el régimen republicano también nació viciado como democracia, pese a su intento de serlo. Ya no hablo de legitimidad: sino que sus “Cortes constituyentes” no representaban a toda la sociedad; o al menos a todas las fuerzas y PODERES políticos de la sociedad. El advenimiento de la II república se vio por parte de la “Acción” un momento histórico. Llegó organizada desde la oposición clandestina (acción republicana) o colaboración con la dictadura de Primo de Rivera (partido socialista) y desde el republicanismo histórico (Lerroux). Mientras “la reacción” quedó desorganizada a la caída de la monarquía y no pudo presentarse en condiciones a las “cortes constituyentes”. Éstas hicieron una ruptura total con toda la política anterior. Esa que Ortega llamó “Vieja política”. Los regeneracionistas, krausistas, y tal, monárquicos en un principio, se convirtieron en nuevos republicanos, que representaban a una nueva política. Pero los monárquicos quedaron fuera del juego constitucional. Con lo cual la nueva política siguió siendo tan vieja como siempre. Fue, por tanto, un trágala también, solo que en esta ocasión no había llegado en base a un pronunciamiento y por ello se vio la ocasión de imponer, en cierta medida, una república liberal-burguesa con apoyo obrero, sin poner, lo comparto, a todos los españoles, ni a todas las fuerzas políticas, entre ellas la Iglesia, en ella. Es decir, faltó un acuerdo entre “la acción” y “la reacción”. Quizá esas dos Españas incapaces de ponerse de acuerdo desde hacía muchos años. Yo argumento que desde la Reforma y la Contrarreforma, posiblemente equivocado, aunque creo que no. Pero desde luego desde el siglo XIX. Las fuerzas de la reacción, como digo, estaban desorganizadas, a diferencia de las de la acción. Eso supuso un déficit democrático. La imposición de la Restauración borbónica de Juan Carlos II (solo quiero entrar en política actual como modo de ejemplo) no supone una ruptura política del régimen anterior, sino, en cierta manera en una continuidad y un pacto (al que llaman consenso) con la oposición clandestina que aceptaba pactar. Así los partidos políticos se organizan desde ese lugar: el Partido Popular, así lo veo –tuerto o equivocado- tiene sus antecedentes en AP, CDS y de las propias Cortes franquistas; y el PSOE y el PCE de la transición son, así se parece, la oposición clandestina. Con sus matices, como sabemos. En 1931 se hace una ruptura por parte de las organizaciones políticas, valga el pleonasmo, que salen organizadas de la monarquía de Alfonso XIII: Socialistas, republicanos históricos y acción republicana, los cuales elaboran una constitución a través de unas "Cortes Constituyentes" surgidas, sí, desde unas elecciones constituyentes que las legitiman, pero donde no había aún una organización de las opciones políticas de las otras fuerzas políticas que había en España: Iglesia, terratenientes y oligarquía (la Reacción). Precisamente los que según la opinión de la Acción, responsables de muchos de los males de España: como la perdida de Cuba, el desastre de Annual, y la semana trágica. Y, a partir de ese momento, las fuerzas de la reacción se organizan: Como la verdera España, según ellos, la tradicional y la católica, la de toda la vida, designando a la España de la tradición humanista y liberal, como la antiespaña masónica. La jacobina y revolucionaria. Y se organizan como mejor pueden: desde la política local, que es donde han tenido su organización anterior. Hemos de tener en cuenta los distintos regímenes desde los que se adviene. La II república desde una dictadura monárquica y un régimen liberal viciado, el Canovista, que se había caracterizado por el caciquismo y el pucherazo, como ponen de manifiesto las obras de Ganivet o Costa: El problema de España de las generaciones del 98 y el 17. La Monarquía constitucional parlamentaria de 1978 ya lo sabemos todos: continuismo desde la dictadura franquista, con pacto entre comunistas y franquistas. Dirán que esto es una democracia, pero con gentes así pactando lo que sale es lo ha salido: un engendro partidocrático, si división de poderes. La CEDA, a diferencia del PP actual, debe organizarse sobre la marcha. Y lo hace desde su ámbito más conocido y donde ha tenido sus estructuras de Poder inveteradas desde los regímenes anteriores: el ámbito local. Y todo se convierte en impolítica. En un gallinero, sí, en un desorden, sí. Y fueron incapaces de hacer política: y, efectivamente, la Iglesia también estaba metida en el ajo. Es pues que las claves son netamente de política española, con las siguientes fases, según veo yo: Acción (Revolución liberal burguesa con apoyo obrero: constitución de 1931), reacción (contrarevolución organizada por las derehas locales, con el objeto de derribar el regímen) y enfrentamiento fraticida (revolución-contrarevolución-contracontrarevolución) donde aparecen los nuevos conceptos de revolución e ísmos políticos que vuelan por el ambiente europeo en toda su expresión. Siempre pienso que el fascismo, en realidad, no es una opción política plausible, por el imponente Poder de la Iglesia española: de ahí que el regímen naciente fuera el nacionalcatolicismo teocrático.

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