lunes, 14 de abril de 2008

El Western


Ya he dicho en alguna ocasión que la política no es uno de los asuntos que más apasione: de hecho, suelo participar en el debate político porque lo considero un deber ciudadano. En fin, hoy me voy a hablaros, por hablar de otra cosa, de una de mis pasiones: El cine. Y en especial del género que prefiero: El Western. Yo me críe viendo las pelis de “sesión de tarde” en una vieja telefunken en blanco y negro, en los regazos de mi padre. Dicen que no hace falta ser un cinéfilo para ser un apasionado del Western, pero que todo cinéfilo es, automáticamente, amante del Western. Es un hecho significativo, y no bien entendido por los más conservadores, como los progresistas no son contrarios a la nación norteamericana y a su cultura popular, su música Jazz o country o a sus películas del oeste; frente a lo que se suelen oponer, más bien, es al ejercicio desmesurado en su condición de poderosos para intentar lograr una moral inequívoca, maniquea, al mundo. En fin, aparte del territorio mítico donde se desarrolla en Western, un espacio fílmico –cinematográfico-, anterior a la civilización y sociedad humana, donde “el hombre es un lobo para el hombre”, lo que me gusta de los grandes Western, de las obras mayores del género, es como de una manera sencilla, sin parecer que están contando una parábola moral, ponen de manifiesto la humanidad de los personajes que pueblan el territorio Westeriano. Lógicamente estoy hablando de las pelis de los para mí seis más grandes directores norteamericanos del género; los que rompieron con el carácter maniqueo habitual en la visión del mundo que suelen tener los nortemaericanos : Jhon Ford (Centauros del Desierto, el hombre que mató a Liberty Valance), Howard Hawks (Río Bravo), Anthony Mann (Colorado Jim, El hombre del Oeste), Sam Pequinpah (Grupo Salvaje, Duelo en alta Sierra, Pat Garrett and Billy the Kid), Budd Boetticher (muy desconocido en España, salvo en los círculos cinéfilos) y Clint Eastwood (Sin Perdón). En esencia los Western de estos directores nos proponen un viaje moral. Sus héroes son como los viejos héroes Homéricos (Ulises, Aquiles, Héctor), esencialmente libres para elegir una u otra opción moral. En especial alabo las películas del minusvalorado, hasta la fecha, Anthony Mann, que introduce una gran ambigüedad moral en sus personajes u héroes gracias a su experiencia anterior como director de cine negro. Tierras lejanas, el Hombre de Laramie u Horizontes Lejanos son un ejemplo, pues es difícil saber si sus personajes son “buenos” o “malos” y, de hecho, suelen ser ambas cosas a la vez: son sus decisiones últimas las que hacen merecer el calificativo último a sus acciones. Dijo Eastwood que cada vez que se dispara lo que se pone en juego es la moral, tras el estreno del último gran Western de la historia: Sin Perdón. En fin, ver los Westerns es un sencillo ejercicio práctico de ética o moral. Siempre sabemos que las muertes en estas películas no son reales y, de hecho, en las películas de estos directores son más importantes los personajes que los tiroteos, que suelen ser pocos. Os los recomiendo encarecidamente, especialmente a los más jóvenes pues estas películas suelen tratar “la educación para la ciudadanía” y “la ética” mucho mejor que ningún sermón paternalista de nadie

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