En las cálidas noches valxeritenses, junto a las frescas gargantas durante el estío: No nos hemos sumergido en los profundos y oscuros recovecos del alma humana. Plácidas, cálidas: noches valxeritenses. Bitácora.
jueves, 27 de noviembre de 2008
Ser de izquierdas
viernes, 21 de noviembre de 2008
!Son los nuestros! !Son los nuestros!
martes, 18 de noviembre de 2008
La Restauración y el clientelismo: ¡Si señor, mande Ud.!
Se llama clientelismo a ese sistema de la Restauración, sistema eminentemente rural, en virtud del cual se decía que se es "de derechas" para “agradar” y recibir "favores". Los que sean de derechas por el clientelismo que levanten la mano. No lo harán. Son pragmáticos: siempre van al sol que más calienta. Son estos que van y se acercan con la cabeza semi-agachada -aunque ya se va más en plan amigote, en plan besa botas-. Nuestras raíces hispanas y políticas navegan en un proceloso mar de “amigismos” y red de favores; una forma de “mafia” caciquil que hay que limitar, aún se dé de forma cada vez más pequeña. Si estas actitudes no se eliminan del todo la convivencia democrática se ve muy afectada y, en vez de constructiva, se convierte en destructiva. Tenemos ejemplos más que suficientes para luchar contra tal estado de anti-política.
Ejemplo de caciquismo finisecular y tres primeras décadas del siglo XX.
- Mire Ud. Sr. Don, que a mi hijo me le mandan a la Guerra, y yo como ud. sabe, soy de derechas, humilde pero de derechas, como usía. Haber si me aborraban al hijo.
- Hombre, hombre, no tenga cuidado, no tenga cuidado. Que aquí sabemos que usted es de los de orden y ley.
- Quien era.- le preguntan, desde el despacho, una vez abandonado el señor humilde "de derechas" que con la boina en la mano acudía a pedir los “favores”, al Sr. Don.
- Nadie. Kico "el cagajuerras", para que no le enviemos el hijo a la Guerra.
- ¿Es de orden?
-Parece que sí
-¿Es cristiano?
-Por misa no se le ve mucho, pero no parece mala gente.
- ¿Es de los que se queja por el jornal?
-Poco, poco.
- ¿Es bien mandado?
- Cumple siempre… no como otros…
-Bien: llame a la Diputación y que le borren de la lista de reclutamiento.
Al otro día en la calle, cuando los campesinos se apuestan en una solanera, o cantillo, a la espera de que les llamen al jornal.
- ¡A ver! – canta el capaticillo (hombre adiestrado y bien domado por “los amos”) : ¡y, por último: Kiko “el cagajuerras”, Eusebio el “agarrapuercos” que vengan también!
. Si, señor…. Mande Ud.
Huelga decir que Kiko "el cagajuerras" y Eusebio "el agarrapuercos" serán prudentes y de derechas. Hombres de orden. Si señor: bien mandaos.
Los ciudadanos exigimos el cese inmediato de todas esas actitudes. ¡No más caciques! !No más Oligarcas!
Vuelve Keynes
sábado, 15 de noviembre de 2008
Reflexiones sobre “lo de Bolonia”: misión de la Universidad.
He estado comentando en otros foros mis reflexiones sobre lo que ha venido en llamarse, en el ámbito estudiantil, “lo de Bolonia”. He de señalar, para quien no lo sepa, que las entradas de mis noches valxeritenses no nacen, de modo expreso, para ser vertidas en ellas. Por regla general son fruto del debate en otros foros. Suelen ser una parte de mis reflexiones. Soy de los que considera, con Ortega, que cuando se habla se habla de “uno” para “otro”, y que ese “otro” varía según las “circunstancias”. En este caso el debate se establece con Marcos Santos Gómez, profesor de la Universidad de Granada de filosofía de la educación, al cual agradezco sus intervenciones. Por tanto, con el fin de recoger lo que digo, y pienso, en diferentes sitios idee este blog, para que no quedara perdido lo que escribo por allí. Al tanto de “lo de Bolonia”, extracto lo que sigue: Estoy pez sobre “lo de Bolonia”, por ello leeré: a ver si me aclaro algo. Ahora bien, antes de saber algo sobre esto que los escolares cuentan de ir a la huelga, y al preguntarles sobre por qué motivo, te espetan: “por lo de Bolonia” , y se quedan tan panchos, reflexionaré sobre la Universidad y el espíritu crítico y el fundamento moral para participar, o no, en dichas movilizaciones. En especial argüiré sobre que sobre “el espíritu crítico”, y el poco fomento que se hace de él en numerosos lugares: la Universidad entre ellos. Aunque agradezco que haya profesores, como es el caso de Marcos Santos Gómez, que así lo hace. Esto de no darle a la cabeza de un modo adversativo, y crítico, entre los jóvenes me está resultando, a mi particularmente, bastante molesto: máxime si el lugar donde debería hacerse no se hace. Yo llegué a una conclusión, posiblemente equivocada, que consistía en que en la Universidad no se enseña a pensar. Pensar consiste en tener espíritu crítico: leer para contradecir lo que se lee. De hecho así se ha desarrollado la filosofía. Es cierto que doy por hecho que una vez, en los departamentos y tras las tesis doctorales, si se empieza “a pensar”, y en grado sistemático, gracias, creo yo, a que se escribe. Animar a los alumnos a leer, pero sobre todo a escribir, es uno de los mejores ejercicios filosóficos que se pueden hacer. Este de los blogs es una buena manera, pues copia el modelo filosófico de pensamiento: el diálogo. Aunque adaptado a nuestro mundo. La crítica que sostengo es que a “los alumnos” de un modo genérico – y por regla general- no se les incita a pensar: a contradecir lo escrito o pensado por otro. Se exponen sistemáticamente las ideas por alguien expresadas y, después, estas ideas se deben volcar a un examen escrito que suelen ser una birria. No sé qué dirá Bolonia sobre esto, ni como se adaptan a la barbaridad que supone no crear espíritu crítico y, en especial, las ganas ingénitas de saber sobre el todo en general, y no sobre cosas en particular tan solo. Porque esto del “pensamiento único” tiene relación con esto que digo. Por mi pasada experiencia advertí como alumno que la Universidad se machacaba a aquellos alumnos que son incapaces de memorizar textos, pero que sí eran capaces de ponerlos a parir, argumentando contra ellos con razonamientos interesantes. Uno de las obras que trataron sobre la educación universitaria fue “Misión en la Universidad” de Ortega y Gasset; sería interesante debatir como esta regulación de Bolonia se adecua a lo que Ortega señalaba allí y en otros escritos. La “barbarie de especialísimo” fue una de las reflexiones más conocidas de Ortega, en ella argüía contra la formación en “especialidades” cual daba lugar a especialistas que saben mucho sobre muy poco y que no saben nada sobre todo. Eso era, según Ortega, una barbaridad que daría lugar, ante la falta de “Universidad” en el conocimiento, que las opiniones sobre todo fuera hecho por bárbaros especialistas. Es el mal de una Universidad sin humanidades y, vaticinaba, la sociedad gobernada por las masas y, en último término, por los necios. El caso de Bush puede ser paradigmático, como en otro tiempo fueron los Lenin, los Hitler o los Mussolini. Pero es que lo que debemos negarnos de redondo es a cosificarnos, como nos enseña Kafka, y ser engranaje de una sociedad funcional. Las relaciones de Poder tienen mucho que decir sobre porqué este problema, llamémosle así, que en la Universidad se produce. Yo no se si Bolonia tiene en cuenta esto, o si promueve el barbarismo o, en cambio, defiende una “Universidad” que sea tal y no “particularismo”. Y el tipo de personas que va a formar. Una Universidad que rechace el humanismo va aviada. La película de Robert Wiene, el Gabinete del Doctor Caligari, es muy esclarecedor sobre todo esto que hablamos, porque supone una reflexión sobre “la verdad” y sobre “la manipulación”. Después de leer algunos artículos de periódico sobre “lo de Bolonia”, comento los siguiente: La “libertad” y “el libre pensamiento” son una de las más difíciles actitudes de los humanos. Puede parecer fácil, pero sabemos, de verdad, que no lo es. Este es un privilegio de muy pocos -pero que muy pocos- escogidos. Uno de mis libros de mesilla es Introducción a la Pedagogía de Fritz Martz. Esta autor señala, poco más o menos, que el objeto de la educación es “la libertad”: la trasformación de los que aún no son libres en libres. Bellas palabras. Los Antropólogos culturales han estudiado como la “Universidad” se constituye en un elemento más que sirve para reproducir el entramado social de Poder en nuestras culturas plutocráticas. Soy muy escéptico y pesimista: tengo una visión muy negativa del ser humano. Y así todo: lo amo. Nuestras sociedades son plutocracias, como señala Saramago. Ellos son los demiurgos de este mundo. Los demás: marionetas movidos por sus hilos. El espíritu crítico consiste en abrir los ojos y, buenamente, pegar un puñetazo en la mesa. ¡Pero bueno! ¡Ya está bien! ¡A mí no me la dais! Pero, ¿qué se necesita para ello? Una cosa: independencia económica. No depender de nadie. El que no “depende” de nadie es el único que habla libremente. ¿Cómo se come eso? ¿Cómo crear instituciones que conjuguen dos cosas: la “Universidad” y la “Libertad? Es muy complejo. En España la conjugación de estas palabras vienen de lejos: Giner de los Ríos es uno de sus exponentes y su “Institución Libre de enseñanza” la creación de una institución que trató de conjugarlas, en su espíritu regeneracionista. Él estaba hasta el gorro de que su trabajo fuera dependiente del socaire político. La Universidad española anduvo así mucho tiempo, y los ejemplos de Unamuno o Zubiri son ejemplares. Ahora bien cómo conseguir, según mi opinión, conjugar “educación”, “espíritu crítico” y “libertad”, para que la educación sea digna de ese nombre. De una manera: que los alumnos sean el centro de dicha institución. Si esto no es así: los plutócratas están moviendo los hilos. Revelarse contra ello es moralmente admirable. Si “lo de Bolonia” consiste en crear una Universidad al servicio de unos “ajenos” (llámese “sociedad” o “empresa”) lo que está bien es actuar contra ello por amor propio. Yo no quiero decir que la sociedad, o la empresa, se beneficien de lo que la Universidad debe crear –hombres libres-, sino que la Universidad debe centrarse en sus alumnos. Todo lo que no sea así es incorrecto y, por tanto, es un deber protestar. Dar el puñetazo en la mesa. Pocas han sido las instituciones Universitarias libres, que yo conozca. Aún así, se podía debatir, como es posible que, aún así, la Universidad haya tenido tanta relevancia social. O si no la ha tenido. O si sí. La vetusta universidad cisneriana, durante la vida de su fundador, es uno de los pocos ejemplos que conozco de libertad. En ella mandaban los estudiantes, gracias al respeto a que su fundador se granjeó, y por ello fue motor del humanismo cristiano, la reforma y el renacimiento en España. De veras fue una universidad libre, aunque por poco tiempo. ¿Qué Universidad queremos? ¿Qué tipo de ser humano se quiere crear? Pero, más importante, ¿Qué clase de persona queremos ser? ¿Queremos ser libres? Pues a la faena.
viernes, 14 de noviembre de 2008
Los hijos de los exiliados
Cómo están en el ABC esta mañana. No les gusta que el gobierno se gaste 40 millones de euros en buscar a hijos y nietos de exiliados. Tampoco le gusta, se lo escuché a un político con cargo importante, que los dineros, de todos, se dilapiden en buscar fosas por las campiñas españolas. Es normal. Lo que les carga es que los impuestos, “su” dinero –que para eso quien más pone es el más rico-, se tiren por el retrete, tan solo, para agradar a unos cuantos, que no son ellos. La guerra bien ganada quedó. Y no es acto de justicia ni cristo que lo crió. Siempre he pensado que uno no es solo de la localidad de donde pace. Si no, también, de la localidad donde sus abuelos sufrieron, vivieron y crearon. No en vano, los nietos, llevan siempre ese poso cultural. Vivas o no en el lugar de tus antepasados, éste va dentro de ti. Va dentro de ti porque se inyecta vía parental, en carne viva. Las canciones, las tradiciones orales, las historietas familiares, los modos de hacer las cosas, las expresiones, el modo de ver la realidad y vivas, o no, en el lugar de donde sean tus abuelos, cuando tragas pan y se te queda en la garganta, es que te has “añurgao”. Para un nieto ser del lugar de donde son sus abuelos es un orgullo, y punto. Lo vea el cenutrio o no lo vea. En nuestra España, escindida por el odio, muchos españoles tuvieron que salir de su tierra para poner sus pies en otra. Tragedia no superada hoy todavía, por mucho que algunos así lo quieran. Siempre sostengo que la victoria de unos no vino acompañada de justificación moral. De un lado se colocó el pueblo semi-analfabeto, o analfabeto del todo, buscando venganzas de secular raigambre. De otro, fue el ejército español, traído del África y organización sistemática, ordenada para ganar una guerra e imponer un sistema de terror. No es lo mismo. Los españoles que salieron eran tan españoles como los que se quedaron y, por tanto, sus nietos también lo son. Ese es el razonamiento. Y lo es de justicia. Y la justicia no tiene precio. A los de “la derecha”, porque hay que seguir hablando en estos términos tan del XX, les calza el hecho, porque ven en ello que los motivos son, además, electorales y, encima, se pone dinero para ello. Dinero recaudado para ser “gastado” en algo que no les conviene. ¿Y qué? Los nietos de españoles son españoles como los que más. Máxime si el motivo por el que salieron fue por una brutal guerra en el campo de las ideologías que revoloteaban por el ambiente y de unos problemas, netamente españoles, en el que seguramente ellos no tuvieron toda la responsabilidad. Si hay españoles fuera que de nuestro territorio que aún no están reconocidos como tales es de justicia que así se reconozcan. Porque los derechos y la restitución de lo que es de Justicia es absolutamente necesaria. La transición a la democracia no estará totalmente finiquitada hasta que esto sea así.
miércoles, 12 de noviembre de 2008
Carta a los liberales de liberalismo.org
martes, 11 de noviembre de 2008
Alcalá de Henares: un paseo por la historia de España
Es gratificante volver a Alcalá de Henares los Domingos por la mañana. Todo su casco histórico, hace años cerrado al tráfico, se convierte en peatonal y los madrileños de la capital, aprovechándolo, acuden en tropel para disfrutar de la vieja ciudad complutense. Parece que se han dado cuenta que a su vera tenían una ciudad patrimonio de la humanidad y, por fin, la han descubierto para venir a tomar las cañas y, a la vez, disfrutar de un recinto histórico cultural sin parangón en Europa. Me es muy difícil significar aquí todo el amor que siento por esta ciudad, los largos paseos que por sus calles he dado y como me interesé por cada piedra. Me es muy difícil significar aquí, además, qué es Alcalá de Henares y porqué merece la pena visitarla. El día que concedieron el título de Patrimonio de la Humanidad a Alcalá de Henares, mi pequeña patria, lo recuerdo bien: caminaba yo solitario hacia la Magistral cuando las campanas de la universitaria Iglesia, privilegio compartido con la de Lovaina, comenzaron a repicar en un sonido ensordecedor. Me llegó al corazón. Y a los oídos, por supuesto. Yo había conocido a Alcalá de Henares antes de su recuperación, cuando se convirtió en cinturón obrero y dormitorio en el desarrollismo de los años 60 y 70, y recordaba los vetustos edificios viejos hechos añicos, sin comprender que había ocurrido allí. Los ojos se inundaron de alegría, pues confirmo que más méritos no podía albergar una pobre ciudad de ladrillo humilde, centro cultural europeo del XVI, derrumbada entre cenizas. Ejemplo de “civitas dei”, fue sucesivamente aniquilada por la barbarie, la sinrazón y las bombas. Recorrer Alcalá de Henares es recorrer toda la Historia de España, en toda su amplitud, con lo bueno y con lo malo, con sus tragedias, con sus horrores y con sus éxitos. De las pobres gentes azotadas por la incuria y, a la vez, el explendor. La cultura y el drama: Las dos Españas. Esas dos Españas que luchan denodadamente en sus calles. Calles donde albergaron las tres culturas: la judía, la árabe y la cristiana. El barroco, después de Trento, quiso apaciguar la herejía que se cernió sobre la ciudad y media España: el erasmismo, la crítica feroz al clero inculto e inmoral. Trento, poco tiempo después, cambió los aires de San Idelfonso: los conventos, con todo su poder económico, trataron de copar el espacio urbano, colocando sus espadones y cúpulas con el objeto teatral de salir a la calle, imponiendo su religiosidad a la urbe. Si la Universidad representó la luz de la Reforma española y, por tanto, del Renacimiento español, los conventos trajeron la oscuridad de los claustros, que rodearon la obra cisneriana del humanismo cristiano, atosigándola por todos su flancos. Al frente el edificio de los Jesuítas, congregación creada por un cocinero del Hospital de Antezana, llamado San Ignacio de Loyola. Por los costados, la cúpula de la magdalena, metiéndose en el campo de visión en el patio de los filósofos, o de los gorrones, con muy mala uva y con toda intención. En el campo alcalaíno laten, humildemente, todas las tensiones de la España.Y que en 1936 estallan sus ráfagas en las paredes de la Magistral, como testimonio indeleble, o no tanto, de lo que somos. Alcalá de Henares se convierte en el lugar estratégico de la defensa de Madrid. Tres batallas se desenvuelven a su derredor: Jarama, Guadalajara y Madrid. El ejército republicano, dirigido por el general Pozas, y las huestes de “El campesino” se hospeda en los conventos viejos, desamortizados por Medizaval, que vienen a descansar del frente. Alcalá de Henares es la pequeña Roma: su casco histórico alberga la mayor densidad por metro cuadrado de conventos, que sirven de cuarteles, y sus maderas sirven de calefacción. Los chatos y los moscas despegan del aeródromo, en defensa de Madrid, y en el espacio aéreo surcan los Heinkel. Las bombas caen sobre Alcalá. En la plaza de Cervantes se excava un refugio, el palacio Arzobispal, la joya de Alcalá, arde, pues numerosos documentos se encuentran allí albergados. Desde el cerro de la Vera Cruz, lugar imaginario de la barroca idea religiosa de ciudad de Dios, como la que dibujó el Greco para Toledo, se contemplan las columnas de humo de Alcalá y, a lo lejos, de Madrid. Pero ¿Quién se iba a acordar de la pobre Alcalá, patria de Azaña, y alma mater? ¿Quien se iba a acodar que la joya del humanismo español, la biblia políglota complutense se editó allí? Ni de que su imprenta produjo los libros de Erasmo, difundiendo las ideas de la Reforma. Nadie. Por eso, cuando sonaron las campanas de la Magistral sonreí feliz. La vieja y pobre Alcalá se lo merecía.