jueves, 18 de diciembre de 2008

Historias de Alcalá de Henares: "El Empecinado" y la batalla del Puente del Zulema


La ciudad de Alcalá de Henares guarda magníficos tesoros escondidos. El viajero que la visita puede quedar desconcertado, al esperar encontrarse una ciudad monumental más impactante, al estilo de otras con mejores piedras, aunque quizá no tan sabias. Pero no se dejen engañar por ello, la vieja Compluto tiene que ser leída entrelíneas para advertir su munificencia. El siglo XVI y XVII marca su época de esplendor. De ahí, hasta nuestros días, presenta una constante humillación, que la lleva a la destrucción de sus honrosos ladrillos de humilde fábrica. El siglo XVII es el siglo de las luces, de la Ilustración, y la vieja Teología, en otros días luz de la verdad católica, ha quedado ciertamente anquilosada. El siglo XIX comienza con una guerra incruenta que destroza los edificios de la vieja ciudad, vituperando los cálices y quemando las reliquias viejas de los templos, que arden por el desdén con que el invasor trata a todo lo que representa a un viejo mundo, anciano y caduco. En el puente del Zulemael Empecinado” tiende una trampa al francés. En las arcillosas cotas, donde hasta hace poco se encontraba el polvorín, se emboscan los valientes españoles, muy goyescos ellos, con sus pañuelos en la cabeza, y parapetados con algunas bocas de fuego de algún alcance mayor. Una escasa artillería, pero hábilmente colocada. El conocimiento del terreno es esencial. La cuesta del Zulema puede convertirse en una trampa mortal para las tropas de Napoleón, adiestradas, bien armadas y disciplinadas. El requisito imprescindible es la sorpresa, la táctica de guerrilla y el golpe de mano. Los españoles son bravos, tercos y brutos. Con los huevos bien gordos. No aceptan que unos soldados que hablan idiomas que no son cristianos ocupen las que hasta ahora eran sus ciudades, se instalen en sus templos y quemen sus reliquias. Para hacer eso ya están ellos. Lo que más les molesta es que les vengan a decir los franceses como han de ser los españoles y María Santísima. La madre que los parió. En Alcalá de Henares siempre ha habido religiosos, clero, monjas y estudiantes. ¡Qué se han creído estos franceses! El día que despierta es magnífico. Las tropas francesas, compuestas por infantería, artillería y caballería, salen ordenadas de la ciudad por la puerta del Vado, en orden y disciplina, como corresponde a un ejército que va a luchar con otro en llanuras bastas. Los cañones son tirados por mulos de carga y los soldados llevan sus mosquetes al hombro. Este ejército está acostumbrado a otro tipo de batalla diferente al que, en breves minutos, se van a enfrentar a orillas del Henares, contra un enemigo fiero, organizado como una pequeña partida de facinerosos y hábilmente colocado sobre el terreno. Máxime cuando el golpe de mano comienza por sorpresa. La sorpresa. “El Empecinado” tiene una vital información, que muy probablemente haya obtenido por algún o alguna espía de la población. En una población donde todos son espías. La infantería francesa saldrá temprano de Alcalá, dirección a las agrestes llanuras que al otro lado de las cotas del Henares se avizoran. Pero para eso hay que subir la cuesta del Zulema, por un terreno escarpado y peligroso. Un buen lugar para una emboscada. Hacia un lado se sitúa el monte del Viso, con su plataforma trapezoide. Al otro lado la desolada cumbre del Ecce Homo, el cerro de la Vera Cruz, que volverá a ser testigo de una batalla contra los infieles, o los ateos, lo mismo dá. Los bravos guerrilleros españoles nada saben de que ese cerro fue testigo de un milagro reconocido. El de la Vera Cruz, cuando fue tomado el castillo del árabe, el Qal,at ab salam, frontera de la cristiandad. Eso por ahora les importa poco. Odian al francés, que les roba la comida, y a su puta madre. Tampoco saben que en esas cuestas y cotas arcillosas, que bien sirven para esconderse había sido descrito por Cervantes en el Quijote. La escasa artillería del Empecinado solo tiene una función: destruir el puente que cruza el río Henares. Una vez que todas las tropas lo hayan cruzado, si el puente cae, solo habrá una manera de huir del campo de batalla: a nado. Un grupo de facinerosos se haya escondido tras los juncos del Henares y tendrán la misión de colocarse en esa orilla del río una vez que el puente haya sido destruido. Cada franchute que cruce el cauce será degollado ipso facto, en esa explanada donde hoy hay unos columpios para niños. Lo importante es actuar, como he dicho, por sorpresa, con habilidad y con rapidez. La consigna de "el Empecinado" es que hay que imposibilitar que los batallones se organicen, se coloquen en orden cerrado y en línea de a tres. El escarpado terreno les va a imposibilitar la maniobra, y antes de haber sacado la munición, o de haberse colocado en hileras, habrán muerto muchos de ellos. El enemigo con el cual se van a enfrentar, aunque escaso en número, es invisible y se conocen los recovecos de la cuesta del Zulema, muy arbolada y llena de taludes y quebradas. La batalla está ganada de antemano y “El Empecinado” se muestra como un gran táctico, a la hora de colocar a sus huestes. Las cuales no sienten enojo alguno en abrir el cuello a cuajo de los franceses, como se hace con los cerdos, ni de entrar en el cuerpo a cuerpo, profiriendo grandes gritos de “!Mecaguenvuestraputamadre! !Hijosdeperra! y !Lamadrequeosparió!” cuando el humo de la polvora haga invisible el terreno. Silencio. El último soldado francés pasa por el puente. Acaban de perder la batalla. . Las andanadas sobre el puente del Zulema son certeras y dejan desconcertados a los franchutes, que en un pedir de boca reciben una lluvia de fuego, disparada por un enemigo invisible que les recibe por todos los flancos. Antes de descolgar sus armas de los hombros ya han caído muchos. Una segunda andanada consecutiva, por tener el mosquete cargado y el cañoneo de la artillería, esta vez sobre el terreno, les impide la capacidad de maniobra. Al francés solo le queda una opción: huir por entre los cerros y los árboles en desbandada y en desorden. En pocos minutos un ejército de muchos hombres ha sido derrotada por una pandilla de valerosos patriotas, que unidos en grupos reducidos de dos o tres paisanos, no va a dejar a un fracois de la patrí con vida.

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