miércoles, 3 de diciembre de 2008

Alcalá de Henares, lo español y el 98




Siglo XVI


Son las calles de la vieja Alcalá de Henares testigos mudos y doliente de lo “español”. De lo genuinamente español: de eso que hierve en las entrañas y que llora apasionado con un niño muerto en brazos, arrebatado por las balas y por el odio. Ya he señalado en otras ocasiones como esta vetusta ciudad cobra significado de nuestra Historia común. Desde el poblado íbero de Iplacea, pasando por el cruce de caminos romano de "Compluto", y la frontera natural que supone la alcarria del Henares a los reinos de Alá. Sin embargo, su esplendor llegó con la fundación de su Universidad, al socaire de los aires culturales del Renacimiento europeo. La clarividencia de Cisneros, confesor de la Reina, hombre de Estado y Regente del reino católico, previó la reforma necesaria del clero ignorante y zafio. Se acudió a las fuentes claras de cristianismo, a los padres de la Iglesia, y la Biblia fue objeto de estudio humano: el “Renacimiento español”, aunque éste no adquirió el significado que hoy se le da y que no se sustasnció hasta siglos más tarde, es sinónimo de Alcalá de Henares . La gran habilidad de Cisneros fue hacer a Alcalá en todo un centro del saber moderno, único en Europa: La teología se estudiaría, a opción del estudiante, por tres vías diferentes: Escotista, nominalista o tomista. Ésto significaría un símbolo de modernidad en un mundo donde la escolástica medieval había quedado recluida al saber de los monjes en abadías. En sus largas calles, tiradas a cordel, en sus corrales, en sus conventos, hasta hace poco descabezados, hierven las dos Españas. La cultura del Renacimiento, de Erasmo, del humanismo cristiano, de la vuelta a los clásicos de Grecia y Roma, a un lado, y la cultura del Barroco, de Trento, de Felipe II, y, otra vez, de los conventos, al otro lado. Ay! , madre Alcalá. Dos Españas que se gestan para hundir sus pies y darse de palos, como mostraría Goya posteriormente. Por las casas de pupilaje, por las repúblicas de estudiantes, por los colegios complutenses empieza a gestarse España: Lope de Vega, Quevedo, Calderón, Mateo Alemán, Vives, Nebrija, Valdés, San Juan de la Cruz y el cerro de la Vera Cruz, monte desolado con altiplano, que recuerda el monte de el calvario, presidiendo los colegios. La Vera Cruz, lugar del Ecce Homo, nombre como también se le conoce. Alcalá de Henares se constituye, así, como el ideal de la ciudad de Dios, la Civitas Dei, postrada a los pies de la cruz que se yergue al horizonte, como dibujó el Greco para Toledo, se idealizaba en la que sería ciudad universitaria de sus arzobispos. Después llegó El Barroco: los conventos, si los conventos, se alzan sobre el plano complutense y coparon las perspectivas urbanas. La congregaciones tratan de restar poder a la Universidad: La ignoracia, una vez más, puede al saber. De ahí , de ese conflicto, nacerá Don Quijote, que morira sabio y bueno si haber habitado nunca ningún claustro; mientras, en nuestra ciudad, los conflictos teológicos se debaten en sus aulas, así como las relaciones de Poder dentro de la Iglesia y las herejías. Erasmo, Lutero, al principio. Después Jansenio, y su doctrina de la justificación por la fe, contra los jesuitas, congregación de caballeros cristianos fundados por un sopista de Alcalá: San Ignacio de Loyola. En las calle de Alcalá, los estudiantes, con sus manteos donde ocultan las bocas de fuego y el broquel, se dan a las armas reconstruyendo la guerra de las comunidades y en el callejón de peligro, junto a la posada de la parra, a duelo se baten. Empieza a hervir, humildemente, la que será España en esas calles ilustres que ven pasar los tercios del Rey, que paran en los bodegones. La calle de Santiago matamoros, la más larga, se colocará en pleno barrio árabe y la imponente cúpula de los jesuitas se colocará, desde esa perspectica, en el centro de ella, señalando claramente quien manda allí. En otra perspectiva dará sombra a San Idelfonso. La Alcalá barroca ha derrotado a la Alcalá humanista; las órdenes religiosas, más poderosas, compran los terrenos más caros, en un ejemplo de urbanismo religioso, con el afán de que sus torres, pináculos y campanarios sean vistos desde más ángulos posibles. Dinero, Iglesia, Claustros, Poder e ignorancia. Palas Atenea es prohibida. El Guzmán de Alfarache, el Lazarillo de Tormes, el Buscón y la picaresca de un reino de súbditos que se mueren de hambre, para más gloria de un imperial Rey, se gestan en Alcalá.... En una humilde casa, al lado de la que se muestra como tal, la de la calzonera, nace un niño llamado Miguel. De mayor luchará contra el turco, junto a Juan de Austria, en Lepanto, donde quedará manco. Y hará cosas más grandes. Morirá pobre, lisiado... y con los años pasará a ser el mayor Ingenio de las letras humanas, en la obra más Universal del arquetipo español: El Quijote.




1898

1898: Ha quedado Alcalá de Henares largos años a trasmano; a la retaguardia de lo español. Ser alcalaíno, como Cervantes, como Azaña, el patriota republicano, significa ser español hasta la médula, hasta los tuétanos; pero una clase de español algo diferente: un español lúcido, un español consciente de su ser. Unamuno recorrió la ciudad del Henares cuando ella era ya un solar triste, somnoliento, rural y carpetovetónico. Triste, si triste. Las murallas que envolvían la ciudad se caían a cachos y los edificios que fueron Universidad se derrumbaban y desaparecían. Auquellos antiguos colegios esperaban a los estudiantes que, parecía, nunca volverían. Un triste tren, de vez en cuando, pasaba por un Alcalá decimonónico, donde, en una de sus posadas, se recrea “el sí de las niñas”, de Moratín. La desmortización liberal, el centralismo, la eliminación de los viejos fueros condenaron a la ciudad... pero todavía había cosas peores. Alcalá, modelo de ciudad universitaria para el nuevo mundo, en un mundo colonial basto perteneciente a reyes ineptos y de súbditos que se morían de no comer se convirtió en una pobre ciudad rural de edificios ruinosos: como lo fue toda la España finisecular. Una ciudad donde solo mandaban cuatro: el cacique, el cura, el médico y el boticario. Los que se reunían en el casino a jugar al Mus en el Casino, para hablar de regeneracionismo, pero no mover un dedo, en verdad ! Con lo bien que sabe el anis y el Brandy!A lo lejos, desde el cerro del Ángel, se divisa el caserío, que se derrumba, de cúpulas decrépitas, de relojes parados, de torres caídas y espadones sin campanas. Al atardecer, los braceros hastiados de la siega -su única temporada de trabajo- acudían de los campos; y las mejores familias paseaban por la calle del comercio. Las mujeres con sus vestidos de tul, sus encajes, sus corpiños, sus sombrillas y sus monederos colgando, compran roscas de Alcalá en las tiendas y son chicoleadas por los militares de repmplazo que ahora ocupan los hundidos edificios. Los señores, en el casino, aburridos, juegan al mus y, recostados en sus sillones, hablan de política cuales Menéndez y Pelayos: mucha palabra y pocas soluciones para una España que lleva el paso de un carro. La única industria que hay en esa Alcalá que visitó Unamuno es una fábrica de ladrillos, parada casi todo el año. Mientras, los labriegos, los braceros y los obreros sin trabajo están lampando, mientras las viejas que mean de pie, buscan algún gato o rata para hechar al caldero. Se va haciendo de noche. Llegará la noche. Y la tormenta. Las sombras de “el Viso” dejan la alicaída ciudad, otrora brillante, en penumbra. Alguna vez, algún carro, entra en la ciudad a esas horas y un perro en sus calles, empedradas con cantos redondos, ladra solitario. ¿Qué era España en 1898? Se preguntan todos con tristeza. Las viejas monjas en sus conventos, el ejercito acuartelado en viejos colegios que se caen y las putas. En Alcalá de Henares, mi Álcalá, putas, monjas y militares. Nada más quedaba. Alcalá de Henares: reflejo todo de la España toda, que sufre y llora. Las monjas, con sus garrapiñadas, rezan en los conventos. Sus jóvenes sin dinero para pagar su excedencia, también: es el sorteo de quintas, y los ejércitos se baten en Cuba, en África, y en Filipinas, luchando por una España que nadie sabe lo que es ya. Los que fueron subditos del rey de las Españas, se aburren sin nada que hacer, y sus estómagos vacíos, claman por las tierras circundantes muertas con el afán de trabajarlas Las viejas, en el camino de Guadalajara o de Madrid, se calientan vendiendo a algún despistado transeúnte sus dulces almendras.

1 comentario:

Erasmo dijo...

Alcalá de las monjas Clarisas que venden las mejores almendras del mundo a través del torno. Siempre que acudo a Alcalá no puedo volver a casa sin un par de cajitas de almendras. enseguida desaparecen.
saludos