lunes, 4 de agosto de 2008

De vueltas con el cine de John Ford (II): el “hombre tranquilo” (The quiet man). Una parábola sobre “el hombre hecho”.


Estoy dando muchas vueltas sobre como empezar este artículo. De varias maneras he tratado, dándole a las teclas, de idear una frase con la que dar comienzo al texto. Es curioso como muchas veces, cuando voy andando por la calle, desgarbado, alto, y algo chepudo, suelo estar en mi mundo, lo que se dice en Babia, y allí, se me ocurren unos textos que a mí me parecen maravillosos. Sin embargo, cuando me pongo a las teclas todos esos argumentos y cavilaciones que tuve en el parque no hay manera de hacerlos volver. Ortega, que era un tipo muy sabio, hubo de haber pensado mucho, no me cabe la duda de ello, y que siendo, como era, un escritor de la circunstancia, mucho de lo que pensaba o pensó se le escapaba, que no a él, advierto, sino a nosotros. Me imagino a Ortega cuando escribió sus “meditaciones del Quijote” en las florestas que rodean El Escorial y todo lo que en su cocorota bullía: de Nartop, Coen, los Neokantistas, no entiendo ni papa a los alemanes, para dar culminación a su pensamiento con el famoso inicio e inunda toda su obra: "yo soy yo y mi circustancia...". En fin. El caso es que hoy vuelvo a la carga con mis escritos en el blog éste de las “noches valxeritenses” tras el paro estacional y vuelvo, ¿Por qué no?, sobre el cine de John Ford. Por suerte he tenido la psoibilidad de conocer y reconocer la filmografía de importantes cineastas y que, pese a joven –soy un cinéfilo empedernido-, disfruto con los clásicos. Esto no quiere decir que desconozca el cine que hoy en día se hace y no esté al tanto de lo último de Jhonny To o Wong Kar-wai – cine por cierto, al que me está siendo muy difícil acceder últimamente-. Que los jóvenes hayan desechado ese viejo cine, que hoy llamamos clásicos, es una verdadera pena porque en el se recogen enseñanzas muy interesantes para la vida, o el difícil “arte de vivir”, que es en definitiva sobre lo que trata la ética. Lo curioso del caso es que los jóvenes – y ya hablo como un viejo carcamal- tampoco es que se preocupen mucho por las creaciones culturales de su entorno: les parece que el mundo empieza cuando ellos empiezan y que antes que ellos no hubo nada. Es simpático verlos en fiestas escuchando esas músicas que hacen ton-ton-ton-ton todo el rato; lo simpático del caso es que yo, aquí atrás, era muy similar a ellos. El caso es que hoy quiero hablar de el “hombre tranquilo” (The quiet man), película de John Ford, y que no estaría mal que algunos de éstos que están dando el salto de la pubertad a la madurez aprendan algo. Algunos hombres maduros también lo necesitan, que quede claro, porque el salto que hay que dar para convertirse en hombres, por decirlo de algún modo, -y no me refiero al sexo sino a hombres con todas sus consecuencias-, aunque ya lo hayan dado, a lo mejor lo han olvidado. El “Hombre tranquilo”, huelga decirlo, es una obra maestra, - otra más de las innumerables del tuerto que “sólo” hacía Westerns -. La película tiene un tono de comedia y huye del drama que tan bien había cultivado Ford con “la uvas de la ira” y “qué verde era mi valle”, y este tono de comedia puede descolocar a los más jóvenes. Sin embargo la hondura humana con la que son retratados los personajes es para persignarse ante un altar en alabanza al Dios de los cineastas nortemericanos. Vean ustedes como un hombre en apariencia poco leído, bruto y cascarrabias, como parecía Jhon Ford, era un sabio: el humanista Jhon Ford. No quiero entrar por hoy en las ideologías del cine de Ford, como bien se hace en el fenomenal dossier que la revista vetusta “Dirigido Por” en los últimos tres números: pero no hay duda que Ford era un tipo muy difícil de encajonar ideológicamente, cosa que le pasa hoy en día un tanto a Eastwood. Aparentemente su mundo es un mundo de Derechas, pero el trato que da a sus personajes, el cariño hacia ellos y su comprensión, le hacen parecer un liberal. En fin, no era eso a lo que iba. Iba a otra cosa: al “El hombre tranquilo” y su cine. El cine de Jhon Ford era un cine adulto; era un cine, cuando éste se encontraba en su juventud, hecho, repito una vez más, para adultos: para hombres hechos. Todo lo contrario del cine comercial de hoy el día. “El hombre tranquilo” es una parábola ética, una parábola moral sobre el hombre adulto: sobre el hombre que se hace pero , sobre todo, sobre el hombre hecho. Ese es el protagonista de esta película. Los Hombre tranquilos son hombres curtidos y esos hombres son hombres con cicatrices que se hacen sobre la experiencia, sobre los golpes. Hombres que necesitan de la comunidad, de volver a sus raíces, a sus tradiciones, al lugar de sus antepasados de volver a un lugar donde pocos conozcan sus cicatrices y se resguarde de ellas. Esas cicatrices, las que hacen a los hombres ser hombres, suelen ser cicatrices morales: reflexiones éticas sobre comportamientos y responsabilidades pasadas. Eso le pasa al protagonista de “el hombre tranquilo”: y por eso es lo que es, un hombre tranquilo. Sean Thorton es cualquiera de nosotros: de los hombres hechos y que necesitan de Innisfree y de una Mary Kate. “En Connecticut los hombres se hacen con el fuego del acero de las fábricas (…) y con otras cosas…con otras cosas”, le dice Sean Thorton a uno de sus amigos. Mucho de los cineastas actuales, que usan el flash back como una ruleta de feria, debería aprender de los clásicos: en esta película hay, en mi opinión, uno de los mejores flash-back del cine. No voy a desvelar cual es su contenido. Un flash back fantástico que desvela de donde le proviene la cicatriz moral de Sean Thorton. Me pasaría hablando horas sobre esta películas. Por ahora solo quiero reflexionar sobre los hombres hechos, los hombres tranquilos: los sabios.

2 comentarios:

Ginebra dijo...

Jake, me alegro de que me hayas contado. Creo que deberías darme tu correo electrónico. Tú no moderas comentarios y no puedo contarte nada mío aquí. Tengo el correo de amigos que he conocido en el blog (unos cuantos) y es más cómodo charlar. Mi hijo de tres años que habrás visto en las fotos del blog también se llama César,, ¡qué casualidad! y mi hija, que tb está en el slide del sidebar se llama Andrea. A mí ya me conoces por ls fotos del blog (también soy jóven, aunque no tanto como tú, jejejeje. Tengo 37 años) bueno ya no puedo poner más aquí. Si quieres me das el correo. Yo el mío no te lo dejo aquí. te lo envío como respuesta. Besos

Jake dijo...

Ginebra, mi correo electrónico es

Jakenochesvalxeritenses@hotmail.es

Tengo otro correo que te lo daré cuando me escribas allí. Nos vemos por las sierras vallenses: en Otoño, por ejemplo, son buenas fechas en esa fuente que has tenido como fondo de escritorio en tu PC. Besos.