viernes, 14 de agosto de 2009

Historia moderna de España III

Por suerte, a principios del siglo XXI, España es una auténtica sociedad que ha trascendido de la ruralidad. Los propagandistas del régimen político surgido tras la Guerra Civil Española, y conocido como franquismo (Dictadura militar de carácter católico), consideraron mérito suyo paso del país desde una sociedad rural a una sociedad industrial. Las medallas se las pusieron los tecnócratas del Opus: las familias ultracatólicas del régimen. Y organizaron la restauración monarquica-liberal- parlamentaria y oligocrática. Una monarquía surgida del franquismo, tal y como pedían los antiguos monarquicos alfonsinos. Las barbaridades que propalan los políticos, por suerte, ya no son debatidos en los casinos de los pueblos y los que allí andan metidos en politiquerías por tener el Poder. Hay otros métodos mas modernos. En cambio siguen como si nada hubiera cambiado en el cortijo español, solo que se valen de las nuevas tecnologías para hacer esa política de casino decimonónico. Los españoles tampoco son esos braceros que iban de la siega a la siembra, viéndolas venir. Ni van con la boina y las zapatillas de esparto. No es que los métodos empleados por los políticos de la derecha hayan cambiado tanto. Esos siguen, como quien dice, igual. Así lo intuyen algunos comentaristas hablan de una derecha nueva: Así Antonio Gala, en su columna del El mundo escribe: “LA DERECHA española debe plantearse con claridad su supervivencia. El PP es un partido llamado a desaparecer: ha dado bastantes pruebas desde hace mucho tiempo. Es precisa aquí la existencia de una derecha clara, noble, directa y organizada. Desenganchada de una vez de antecedentes casi penales: franquismo, fraguismo, siglas desacreditadas, confusiones heredadas y nombres ya manchados. Una derecha comprensiva, con sus ideales nítidos y nítidamente perseguidos. Con nombres -no muchos, uno sobre todo- que todos conocemos, respetamos y admiramos, a su cabeza. Ni siquiera hace falta expresarlos. Una verdadera democracia ha de ofrecer esa posibilidad a los ciudadanos. Ellos no tienen por qué votar, a pesar de todo, a una gente desgastada y que ha probado sus malos antecedentes y su inutilidad. Quizá resulte extraño que yo pida esta derecha: es una prueba más de su importancia y de su urgencia. En una democracia resulta imprescindible.” Pero eso es difícil, habida cuenta de los antecedentes del régimen político, que algunos periodistas del Opus, como Victoria Prego, vinculan al mérito de la figura del monarca y de Adolfo Suárez. Los intereses económicos y políticos de la oligarquía así han establecido como verdad histórica. Otros comentaristas avezados, sin embargo, desvelan la mentira sobre la que se monta el sistema. La vicepresidenta del gobierno, en comparecencia pública, acusó a Rajoy y a los suyos de tratar de “extender sospechas sobre el Estado de Derecho”. Pero “no hay problema –tranquilizó–; sus estructuras son tan fuertes que soportan sin problemas actitudes tan irresponsables e insensatas como las de los dirigentes del PP” y “solicita a la oposición que vuelva al espíritu institucional y arrime el hombro”. Todo quedará en aguas de borrajas, y tan graves politiquerías quedarán para esa clase política. Es importante que, en todo esto, no pierda el investigador y el observador la perspectiva histórica; el papel del oportunismo político de la tradición española. Es la calidad de que son los demagogos los que copan el Poder. Y que este es, en sí, un fin en sí mismo: como un medio de acceso a un sistema de prebendas. La vieja política que, pese a la modernidad del país, difícilmente desaparecerá. Solo que, no es ocioso repetirlo, la Conferencia Episcopal siempre se encuentra detrás, moviendo los hilos. Los vídeos lanzados por el Partido Popular no son, como pueda parecer, dirigido a la ciudadanía; como tampoco lo son las homilías de los obispos, o sus cartas pastorales. Tienen un destinatario concreto. El método político de cacicatos de este periodo histórico de Restauración monarquica se ha modernizado. Se haya en la desinformación; una paradoja que quizá ni Orwell llegó a imaginar. La desinformación interesada. La transición comenzó como un pacto que no dividiese los poderes del Estado. Pero el sistema a degenerado desde ese Poder en las cúpulas de los partidos, que no se sabe muy bien de donde llega, a la desinformación. Y es que además de los Tribunales, la información es clave a la hora de analizar la actuación política. Y cuando los medios, los periodistas, los editorialistas y los fabricantes de opinión, se alían con los políticos para censurar las críticas, potenciar la demagogia o directamente para defender los intereses partidistas, lo que consiguen es evitar una posible conciencia ciudadana democrática. Es una de las características de la degeneración del régimen. Algunos comentaristas señalan que, los medios responsables de hacer llegar la información a dichos ciudadanos, hacen dejación de funciones y transforman ese servicio y ese derecho, en una pieza clave de la estrategia política de acción de poder. Los ciudadanos pagan por la información, y a cambio se les ofrecen insultos reiterados a su inteligencia

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