miércoles, 12 de agosto de 2009

Estado de Derecho, callejón sin salida

Yo no sé si ustedes son conscientes de la gravedad de los hechos que, en materia política, están ocurriendo este verano: la campaña de intoxicación informativa y la denigración del Estado de Derecho. A muchos no nos sorprende, pues ya llevamos un tiempo denunciado el modelo de democracia montado en 1978. Llevamos tiempo señalando que en aquella fecha lo que se firmó fue un pacto provisional entre la clase política que salía de una dictadura confesional y la oposición al régimen,- la que se vendió, no la otra-, que pactó con ellos. Quizá fuese la opción más razonable en aquellos días, pues el búnquer –la derecha franquista más intransigente que ocupaba todos los puestos en la policía, ejército, administración y judicatura – no iba aceptar un cambio de régimen que deslegitimase el 18 de Julio. Además que éstos buscaba acomodo en el régimen naciente. Una “monarquía parlamentaria” era una buena forma: para nada iba a desdecir los primeros decretos que el ejército sublevado en 1936 dictó como en una Restauración monárquica a largo plazo, buscando la unificación de carlistas y alfonsinos. Por otro lado, la ayuda del secretario de estado norteamericano, que veían en la dictadura franquista una parte más de la guerra fría. Era necesario, parece, hacer un lavado de cara al régimen, vender la moto de una "transición" a la democracia, pero no desmontar las oligarquías. Por eso se precisa pactar con los sindicalistas y los políticos más oportunistas, que en vez de optar por "la ruptura", triunfa "la reforma". Pero el resultado de todo eso - y que explica lo que ahora ocurre-, que bien pudo valer como modelo de transición política a la democracia - si es que puede transitar a una democracia desde una dictadura confesional – donde jueces, políticos, militares, periodistas, catedráticos y policías de repente pasan a ser demócratas-cristianos (o humanistas cristianos) de centro, cuando buen acomodo tuvieron en una dictadura nacional-tridentina. A la opinión pública se le lanza la idea de que hay dos tendencias: la reformista y la carquista. Hoy refundida en una. De todo ello nace un modelo político donde la fiscalía es controlada por el gobierno del turno político, en vez de ser, como es preciso en una democracia, un cargo electo por la ciudadanía dentro del sistema judicial, a modo de fiscalías de distrito. Pero resulta que las fiscalías son controladas por los partidos políticos vencedores en las elecciones, en las autonomías, que controla a su fiscal, y en el Estado, que controla al suyo. Así resulta que las fiscalías, que podían ser representación de la división de poderes que precisa toda democracia, como señaló el Masón de Montesquieu, son instrumentos del modelo de partidos vigente que tienen secuestrada la democracia por unos partidos que oscilan entre el franquismo y el oportunismo. Y es que el tinglado montado va a saltar a cada momento. Hay algunos que argumentan que de ese modo la corrupción inevitable ante un sistema donde no hay separación de poderes tiene la virtualidad para servir de “el turno pacífico”. Las acusaciones de grabaciones ilegales son muy graves: pues son una muestra más de que la división de poderes no existe; de que los jueces están politizados y, a la vez, controlados por los partidos políticos. No nos extraña, porque muchos jueces franquistas continuaron en los cargos como si nada; y de un estado sin división de poderes se pasó a otro. Se cambio un poco en nombre a la demarcación y planta judicial, y pasó a hablarse de “Estado de Derecho” como un logro de la transición. Mucho me temo que el cambio de nombre no altera de facto la realidad política que el sistema produjo. Si un juez, un magistrado o un catedrático que vivió en el sistema franquista como si tal cosa y bien acomodado pasa al tribunal constitucional como si tal cosa, llámelo X, pero siempre será un juez franquista. Puede ser la ruptura fuera como poco imposible; pero todo se pilotó de tal forma que lo que ocurre a día de hoy parece un callejón sin salida. Y eso es lo que hay, un callejón sin salida. Se optó por llamar democracia a lo que nunca puede serlo; una transición pilotada por el grupo político más fuerte de la dictadura, el Opus dei, que debilitó al otro grupo fuerte, la falange. El control de la fiscalía y de los tribunales era esencial para que el regímen no cambiase. Y eso es lo que pasa. ¿A quien le estraña lo que pasa? A mi no

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