Tengo en mis manos el libro del añorado Eduardo Haro Tecglen “ser de izquierdas”. No tiene nada de particular ello, pues hace años que está en mi biblioteca, junto con su muy leído “diccionario político”. Los he puesto sobre la mesa, mientras escribo en estas noches valxeritenses. No es el afán de justificar tal postura política que, como todos sabemos, nació, como la derecha, de estar en postura sentada. Sentada en las primeras cámaras “nacionales” representativas del “pueblo”. En fin, no es cuestión de acudir a la propia definición de Tecglen, si no, más bien, intentar expresar del porqué se “es de izquierdas”, al menos del que esto escribe. No es tanto una justificación, pues no necesito justificarme ante nadie de nada, si no más bien, de la reflexión necesaria hacia la que, cada cual, debe llegar. Parto del presupuesto de que hay muchos que reflexionan sobre la política en muchos sitios que han quedado como un gramófono viejo. Parece tontería. Pero no lo es. Todavía truenan los viejos debates entre los que yo creo que ya son viejos, y que parecen los viejos argumentos de requetés, falangistas y nacional-católicos variados, pero en plan boina y chaqueta de cuadros. Unos no son tan mayores, sino herederos, habilmente moldeados. Otros son aquellos hombres admirables que hicieron la Guerra, que el paso del tiempo les está llevando a casi todos ya al cementerio. Siento un estremecimiento cuando hace años aún se les veía, con sus calladas y sus boinas tomando el sol. Madre mía, me decía, estos hombres hicieron la Guerra. Parecía increíble. Más interesante eran escucharles sus reflexiones sobre la política sobre lo que “es la derecha” y sobre lo que “es la izquierda”. Efectivamente, escuchándoles uno llega a comprender como se llegó a aquella confrontación. !Vaya cabezas más duras y más huecas que tenían! Todos hemos visto la versión oficial del régimen, y el guión de la película Raza, es explicito: de Guerra de hermanos contra hermanos, que vinieron a romper la célula social que Dios manda: la familia. En fin no soy ajeno a todo ese viejo discurso, comentarios, y aberraciones, tales como ese que figura en un vídeo que he visto recientemente de cierto pueblo donde aparece, hoy día, hablando un hombre rural, aún de la “Reconquista” que supuso la cruel guerra civil. Esos son algunos de los herederos. Otros están en lo más alto. Me niego a ese discurso que, como digo, suena disco de vinilo en gramófono viejo. Espero que se respete mi postura, como yo respeto las otras, aunque, claramente, no las comparta. Mi “toma de conciencia” como “ser de izquierda”, no vino por la postura marxista de tomar conciencia de proletario. Esas son también viejas cantinelas, en parte que se retrotraen a la juventud contestaría, y admirable, de los 60 y los 70. A los viejos, creo yo, la cantinela de ser de izquierdas o de derechas, les era más sencilla. Y se basaba mejor, en este país, la expresión “No me mees encima y me digas que está lloviendo”. A los que meaban hacia el lado derecho, se les llamó izquierdas, a los que meaban hacia la izquierda, se les llamó derechas. Y se dieron la de Dios es Padre. O la del pulpo. Para no herir susceptibilidades. En fin, que mi toma de conciencia vino, como digo, por la reflexión jurídica, cual es mi formación. Y por la reflexión real de cuales eran, de veras, mis raíces: sin tomaduras de pelo. El ser hijo de emigrantes extremeños y andaluces puede ser una explicación. Pertenecer a familias que trillaban, que segaban, y que araban con yuntas, para años después, emigrar a la ciudad para convertirse en cuellos azules, obreros industriales según la terminología de la sociología industrial. Obreros que han aspirado durante muchos años todos los tóxicos que produce una fundición. Puede ser, es cierto, una forma de una “toma de conciencia” proletaria, y quizá pueda retractarme de lo que he escrito más arriba. Pero para la toma de conciencia fue necesaria, previamente, la reflexión jurídica. Hay que tener en cuenta que adsorbí la postura de determinados estudiosos del Derecho laboral, tales como Antonio Baylos, Ojeda Avilés – y su Derecho Sindical, donde reza su deseo de un país sin caciques y oligarcas – o Fernando Valdés, que sostienen la postura de la naturaleza “dependiente” de las relaciones de trabajo. Esto viene a significar, claramente: unos tienen la sartén por el mango y otros reciben los sartenazos. Automáticamente me decidí por lo que a mi me parece más heroico: limitar “el poder” de los que tienen la sartén. Y los que tienen la sarten, siempre, son los que tienen el Dinero. Por ello considero que la postura moral y política que está bien, es esa. Por ello la defiendo. Hay algo, bueno muchas cosas, que no he añadido, en esa "toma de conciencia". Es lo siguiente: Muchos somos los que hemos venido al mundo tras la muerte de Franco, y, por ello, desde el principio fuimos una generación un tanto diferente a las anteriores, las cuales habían vivido una guerra y una dictadura. Nuestra infancia y juventud pasó en un ambiente, quizá, diferente, y no eramos conscientes del todo de las profundas heridas que arrastraba la sociedad española. Fuimos la generación de "la bola" y aquel ambiente, para muchos "moderno" fue nuestra conexión con el mundo. Yo recibí educación en colegio público y, por fin, los que éramos hijos de obreros, trabajadores y campesinos, abarrotamos la Universidad; no sin cierta complacencia de misión cumplida. Luego llegó lo que Javier Tusell llamó "el Aznarato", la segunda legislatura de J M Aznar, y volvieron los antiguos fantasmas a volar y que para nosotros fueron nuevos. Yo había estudiado economía y percibí claramente la zambomba neo-liberal que se batía. Lo de Aznar fue el acabose: volvieron los que nunca se habían marchado. No voy a dejar aquí juicios de valor sobre aquel periodo de la historia. Pero, efectivamente, Aznar fue mi toma de conciencia, en parte.
4 comentarios:
Pués describes bien los tiempos, Jake, tanto en los entrañables abuelos con callado que hicieron el amor, supongo y la guerra también.
Los años de la transición y la vuelta de los viejos fantasmas.
besos de finde.
Besos ginebra.
Nunca consegui aficionarme a la lectura, con lo cual no aprendí a ser de izquierdas leyendo a nadie.
Ya sabes para mi, lo que no es ser de izquierdas.
Nací en el 57 y me crié con 10 hermanos en una casa con agua corriente, y baño en casa. En el 65 teniamos tv en casa. Y mi viejo con 89 años sigue siendo del general. Pero siempre nos inculcó que habia que repartir con los que menos tenian. Con lo cual yo digo que era rojo. Pero los amigos del PC le decian que era facha porque iba a misa. Y la diferencia es que el, la riqueza trata de repartirla por las buenas, y yo digo que a sangre y fuego, porque los ricos no entienden otro idioma
Si es que todavia no se porque le salí rojo al pobre.
El Canuit
Mi condición social de pequeño campesino explotado y el raciocinio, me hicieron ser de izquierdas.
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