martes, 26 de enero de 2010

La revolución de Octubre de 1934

He llegado ya a un punto interesante de las “Memorias” de Santiago Carrillo, cual son sus comentarios y recuerdos de la sublevación de Octubre de 1934. Hecho éste de singular importancia en la Historia de este país. Sobre la valoración moral que realiza, dice: “No, no abrigo ninguna duda sobre octubre; la única es que hubiéramos podido hacerla mejor”. Paréceme como si intentara contestar a la pregunta: “¿Alberga usted alguna duda sobre el levantamiento de Octubre de 1934?”. Una pregunta realizada y contestada por y para alguien que no viviera los acontecimientos políticos aquellos . Como es o son la mayoría de los que escriben o escribimos a toro pasado. Difícil es incorporarse, o entender la tesitura de los años a que hacemos referencia, para explicar el porqué, los razonamientos y las actitudes. La revolución de Octubre fue un hecho ineludible. Es decir: significaba un momento clave en la política republicana, y que fracturó, definitivamente, la convivencia nacional. Ya he hablado de ello en otras ocasiones. La entrada en el gobierno de la CEDA, motivadas por un buen resultado en las elecciones de noviembre de 1933, haría totalmente inestable la política parlamentaria. Para los dos grandes bloques ideológicos y antagónicos que se estaban gestando (PSOE-CEDA) significan posturas irreconciliables. La CEDA, ya lo he señalado en otras ocasiones, es la organización política que se gesta en las localidades, como organización territorial de cada obispado, en la conjunción de las fuerzas caciquiles locales: el cacique, el cura, y el sargento de la Guardia Civil, reunidos en la sacristía. Su objetivo es la toma del Poder por la vía legal, legalista, para rectificar la república: esto es desmontar el régimen constitucional de 1931. En último término: acceder al lugar donde se encuentran las armas: el ministerio de la Gobernación. El éxito de la organización reaccionaria, que ha tenido en poco tiempo una gran actividad de organización, pueblo a pueblo, sacristía a sacristía, casino a casino, Obispo a Obispo, ha sido patente. Ha provechado los puntos débiles del sistema electoral, y el desacuerdo PSOE y republicanos de izquierdas ha puesto en bandeja la toma del Poder y las armas a un partido que va a ser claramente anti-sistema, organizado con el fin de derribar el régimen político vigente, a través de copar todo el Poder al “acoso y derribo” del gobierno de Lerroux. Si el Presidente de la República ofrece la posibilidad de entrar a la CEDA en el gobierno, significa dejar ésta a sus enemigos. Esto es: meterla dentro de los resortes del Poder, para ser destruida desde dentro. Es por ello que, precipitadamente, se monta la sublevación de Octubre de 1934, pues la conciencia es clara que ninguna de las dos partes va a aceptar a la contraria políticamente. Por un lado la CEDA representa a los que han detentado el Poder Local toda la vida; por otro lado el PSOE es quien aspira, por primera vez, a lograrlo; quedando los bienintencionados y honestos republicanos de izquierda en medio, pero muy cándidos ante las fuerzas y vectores contrarios en el Poder que se han gestado. Los que han mandado toda la vida no van a permitir que la tortilla se vuelva, y los que no han tenido donde caerse muertos han decidido, por fin, que para huevos los suyos. Pero de arrepentirse, nada. Sobre si hubiera sido posible hacerlo mejor: creo que no. Que no se podía hacer mejor. Fue una sublevación necesaria, pero, como no podía ser de otra manera, realizada por inexpertos revolucionarios, y precipitada al calor de los acontecimientos políticos. Desde luego, estudiada la figura de Indalecio Prieto, y su participación en los acontecimientos, creo que es indudable, desde mi visión de las cosas, tales aseveraciones.

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