viernes, 3 de abril de 2009

Las derechas locales: LA CEDA

Para cualquier persona culta de este país, el interés de porqué el primer experimento democrático habido en España fracasó es, o debe ser, de sumo interés. Hemos de tener en cuenta que el advenimiento de la II república española se produjo en una sociedad rural. A diferencia de la implantación de la Restauración Borbónica en manos de Juan Carlos I, que se produjo en una España muy diferente y que los sociólogos denominan como sociedad industrial. Que las sociedad sea rural supone un tremendo déficit para democracia, pues eran muy pocas las localidades donde el anonimato social y político era posible. Así pues, la facilidad para que los odios, los rencores y las envidias se enconen, en localidades donde la política local había estado en manos de “los caciques”, propietarios agrarios que hacían y deshacían en toda clase de clientelismos – En las llamadas a quintas, por ejemplo – durante luengos años, era patente. Hemos de tener en cuenta que en el momento en que la II república llega para las derechas es una relativa sorpresa. El número de concejales locales que en las elecciones salen elegidos son monárquicos y, por tanto, la mayoría de los ayuntamientos españoles siguen en manos de “los caciques”. No es tanto que las localidades fuesen “burgos podridos”, sino que en las ciudades para cada concejal elegido se precisan muchos más votos que en los pueblos. Es por tanto que en la España rural, desde 1931 siguen estando gobernadas por “la vieja política”: la del cacique, el cura, el boticario, el tendero y el capitán de la Guardia Civil. Pero las derechas locales en un inicio, ciertamente, aún no están organizadas para el nuevo régimen que aparece. Es por ello que en las elecciones a las Cortes Constituyentes no pueden presentarse con la organización suficiente. El “error Berenguer”, y la inepcia de Alfonso XIII, que ve como la España feudal no le apoya y le deja caer, las causas del advenimiento de la república de modo pacífico. El nuevo sistema electoral cambia las reglas habidas hasta entonces para las elecciones a las Cortes, que de nuevo son abiertas tras su clausura por la Dictadura consentida por el rey de Miguel Primo de Rivera. Los diputados a Cortes serán elegidos por circunscripciones provinciales, que no locales, en un sistema mixto, y eliminando el candidato único. Así los candidatos no tienen que ir por los pueblos miserables pidiendo el voto a los caciques, los que meten las papeletas en las urnas de sus analfabetos braceros y que rigen los Ayuntamientos, buscando el apoyo único y la compra de votos. Las Cortes Constituyentes preparan una nueva constitución democrática, basada en la de la república de Weimar, en la Carta de Querétano, y en las teorías del constitucionalismo elaboradas por Kelsen. Una constitución política democrática liberal burguesa mixta, con aspectos socializantes, que nace herida de muerte por la redacción del art. 26. En el artículo se regula la separación de Iglesia y Estado, y se hace desaparecer, casi específicamente, la orden de los jesuitas, que tiene un voto de especial obediencia a Roma. Azaña adopta una posición intermedia entre los socialistas y los radicales de Lerroux encontrados entre sí, para que no haya una crisis política en el debate constitucional. Acción nacional, la organización política de la derecha católica, no tuvo tiempo de organizarse para la celebración de las elecciones constituyentes, y es un pequeño remedo madrileño del Maurismo y los viejos partidos canovistas. Nada para lo que se avecina: la organización de las Derechas locales. En el debate electoral del art. 26 las derechas deploran su contenido y significa la mecha de la organización católica contra el sistema republicano. Los intelectuales de la cámara (Marañón y Ortega) se abstienen de la votación, quizá con la razón de ver lo que se avecina: quitar todo el Poder a la Iglesia de Roma en España, de un plumazo, va a ser una bomba. De hecho lo es: Significa el atentado a los principios de la Iglesia española, su Poder sobre la sociedad y desorganización de todo lo suyo: escuela, familia y religión. En palabras de Gomá: “En pocos años se habrá dado cuenta de nuestras veneradas tradiciones”. La Iglesia se moviliza contra el régimen en su ámbito que le es más natural: los pueblos. Los curas en sus homilías hacen política contra el régimen, y en la sacristía, se organizan las derechas locales. Los cuatro que se reunían en el casinillo, con la botella de anís, se coaligan con los grupos similares de los pueblos vecinos. Es la Confederación de las Derechas Autónomas: la Acción Católica. La Acción Católica contra en régimen. Las masas, entre tanto, se desesperan: han adquirido por primera vez en su vida el Poder Político y solo tienen sed de venganza ante tantos años de iniquidad e injusticia, hambre, miseria y desesperación. Pero lo que es peor y más les duele: el atentado a la dignidad que han supuesto años de sojuzgamiento por los hijosdalgos, los hijos de la reconquista. Saben que en la sacristía de las Iglesias se traman las estrategias para destruir el régimen. La CEDA es antisistema: aborrece de una república Laica que separe la Iglesia del Estado, que les quite los privilegios en la educación. Y es una vez más en la educación donde obtienen el mayor respaldo. Las clases medias quieren seguir manteniendo una posición social inamovible y la educación igual, en escuelas públicas y en enseñanzas medias, es un gran peligro para ellos. El analfabetismo es una diferencia de clase. La educación un privilegio. La iglesia viendo los peligros que la atenazan busca un Dollfuss. Un líder conservador, católico y autoritario que desdeñe el sistema liberal. Un Jefe, un nuevo Mesías, por la gracia de Dios, que venga a salvarles. Esa es la clave. Esa es la historia. No otra. Lo que si parece razonable afirnar es que la organización de las derechas a través de una confederación de derechas locales (CEDA), auspiciadas por el señor cura, y reunidos en la sacristia junto al cacique, el boticario y el capitan de la guardia civil, tuvo una señalada capacidad organizativa posterior muy hábil: Organizar la represión posterior. Después se le uniría un nuevo aliado: el maestro nacionalcatólico con la enciclopedia.

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