lunes, 10 de enero de 2011

Azorín y los Dublineses. Pequeñas notas para entender el arte de Azorín.

Jhon Huston realizó su obra maestra poco antes de su muerte. No pudo ver estrenada la película y su brillante final es, ha dicho la crítica, un epitafio a una vida que sin pasión no es vida. Los Dublineses es mucho más que eso. La adaptación de la obra de Joyce era realmente un difícil reto. A día de hoy otro literato español, amén de ser poco leído, es poco comprendido. Comprender a Azorín es comprender la crisis existencial por la que pasó y que no es otra cosa que la que se retrata en "Los muertos": De Martínez Ruíz a Azorín. Tristemente, Azorín es poco leído, como poco comprendido; su condescendencia con el régimen de Franco, su paso desde el radicalismo anarquista al conservadurismo está provocando que su lectura sea minoritaria. Pocos libros con la intensidad emotiva de "La Voluntad" o "Antonio Azorín" o "los pueblos" que explican el instante fantasmagórico de la vida a la muerte; la larga procesión de fantasmas que van de la nada a la nada. Siento la inmensa alegría de ser de aquella minoría que se placen con Azorín y sienten el momento, el instante de vida y de muerte, de fantasmagoría, como él lo siente. Sus personajes están y ya no están, son muertos, fantasmas. Tal vez sea como el propio Martínez Ruiz, Azorín ya, se sienta.


" ... Y el viejo reloj da sus lentas campanadas. Y un vendedor lanza a intervalos un grito agudo.
          Este es un vendedor de almanaques. Cuando aparece ya la primavera y el verano son pasados. Entonces una dulce tristeza entra en el espíritu, porque un año de nuestra vida se ha disuelto...los racimos han desaparecido de la vides; los pámpanos, secos, rojos, corren en remolinos por los bancales; el cielo está de color de plomo; llueve, llueve con un agua menudita durante días enteros. Y Azorín ya recogido tras los cristales, oye la lo lejos la melodía lenta y triste de un piano."

Antonio Azorín. José Martínez Ruiz

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