sábado, 10 de mayo de 2008

Duelo en alta Sierra: hablemos del Western, de la vida, de cine y de la dignidad de todo ser humano.


Hasta hace bien poco me había suscrito a un debate político infructuoso, alejado de mis verdaderas intenciones vitales, y por ello algunas de mis entradas primeras trataban sobre esta materia bella, si se habla con gentes que procuren el bien común, o truculenta, como puede ser condición habitual de aquellos que procuran que sean los intereses particulares y egoístas los que se impongan. Por suerte he abandonado tan infecunda y árida materia: la política me interesa como lugar de análisis ético y nada más. Por ello, mis últimas entradas están relacionadas con lo que mas me gusta: el Cine. Ese lugar mítico por donde desfilan los tipos y personajes encerrados en el encuadre y que, unas veces de manera sencilla y otras de manera compleja, sirven para reflexionar sobre el “ser humano”, su integridad moral, su dignidad, o, en suma, de vida. A la par de ser, por supuesto, un entretenimiento muy virtuoso la más de las veces. He de comunicar a mis lectores que no soy crítico de cine, tampoco filósofo, ni profesor, ni político, ni nada por el estilo. En todo caso, podría definirme, motu propio, como un agricultor: un hombre sencillo de campo que gusta de los campos abiertos, del sol, del viento suave y de los bellos paisajes que la naturaleza nos propone, nada más: algo así como un outsider. No es de estrañar que sea un apasionado del Western. Pese a la humildad de mis proposiciones, trato de reflexionar sobre los meandros de la virtud, la Verdad, y la difícil reflexión acerca del bien y del mal; asuntos de los que trataba el más cinematográfico de los géneros. Es difícil que cuando escriba mis críticas sobre Cine mis lectores se encuentren sesudas reflexiones que añadan lo que dijo Wittgenstein, o sobre la postura Sartriana, es un decir, de un personaje o la influencia de Shopenahuer en el director, como hacen muchos cuando escriben y que incluso yo, en alguna ocasión, he caído: como si hiciera falta añadir, para parecer hombre leído y culto, lo que otros dijeron, para casi no exponer para nada reflexión propia, clara y diáfana, tal y cómo uno propio piensa; si uno se repite con otro, pues se repite y no pasa nada. Esto quiere decir que el que esto escribe es consciente de sus limitaciones, pero que, no por ello, tenga nada que decir que no sea verdad. Muchos días tengo el privilegio de contemplar la belleza del paisaje valxeritense que me rodea desde varias atalayas privilegiadas a diferentes altitudes, pero, hasta hace poco, miré cara a cara, a los ojos, de cerca y dentro de una urna de cristal al “ser humano” en un trabajo realmente duro que me marcó. Por ello, sí, reconozco mis limitaciones, pero soy consciente, como muchos personajes del paisaje westeriano, de que tomar determinadas decisiones morales son vitales: vitales para cada cual y que, añado, nuestra calidad de personas se pone en juego cada vez que elegimos. Puede parecer exotérico, pero para mí no lo es tanto: es la raíz de lo que ocurre en el Western y fundamental para desentrañarlo. Como señaló Truffaut el cine se encuentra muy cerca de la vida. La vida y el cine se comunican. Busco respuestas y, eso al menos, creo que es lo esencial o importante: significa que existen preguntas. El cine es un ejercicio práctico de filosofía, y no es extraño que muchos “amantes del saber” sean, a la vez, "amantes del cine": ver buen cine ayuda a la frónesis (!vaya! ya introduje un terminejo), esa sabiduría práctica puede aplicarse a casos concretos y particulares. Muchas películas viejas significaban la rememoración inveterada de las viejas tragedias griegas, como muchos saben, y las reglas de la estética y la poética que afamados filósofos dispusieron pueden ser aplicables cuando visionamos una buena obra cinematográfica. La gracia que tiene el Cine, y el particular el Western, género del que especialmente me apasiona – me gustaría ir mezclando comentarios sobre películas viejas y actuales-, es que no necesitan tanta frónesis, fenomenología Neokantismo, si me apuran, y ni tanta gaita para hablar de cosas sumamente importantes: la rectitud, la buenas obras, la moralidad en el uso de las armas, el deber y su cumplimiento, la vida en comunidad, la simbiosis del hombre y la naturaleza… y miles de cosas más de la que nos hablan los Westerns sin tanta entelequia, holismo o inmanencia. El Western era un género, la más de las veces, realizado por hombres duros y sencillos que se debatían con sencillez en complejas cuestiones morales: por eso disfruto del género. Subrepticiamente, entre relichos, polvo, desierto y balas el Western habla de personas de una manera calmada y sencilla, y sin tanta etiqueta epistemológica. Muchos me llevarán la contraria, lo sé, pero prefiero un buen Western, como camino hacia la verdad, a leer, por ejemplo, "Lenguaje, verdad y Lógica", de Ayer: soy así de rústico (aunque no crean que tanto). Sé que para muchos, especialmente jóvenes, estas películas viejas les resultan difíciles de visionar en la eterna altura de los tiempos que suelen despreciar lo de más atrás: sin embargo, siempre habrá locos de las praderas que descubran lo maravillosas que estas películas eran. Y que en una galopada recortada tras la puesta del sol hay más "amor al saber", según yo creo, que en sesudas diatribas y conferencias de renombrados intelectuales. Cojamos por ejemplo “Duelo en alta Sierra” de Sam Peckinpah, rodada al viejo estilo Fordiano e influida poderosamente por los Westerns de Boetticher. La película es formidable; viene aquí a cuento el lirismo que el autor le imprime, tal y como ha subrayado la crítica desde su estreno, pero en especial, para mí, se encuentra en la “dignidad” en el personaje interpreta Joel McCrea. Más abajo hablé sobre como Jhon Huston trataba sobre “el fracaso”; ahora, sin embargo, es preciso hablar sobre la “dignidad” de los que muchos presuntos “fracasados” pueden llegar a experimentar cuando lo que hacen lo hacen, simplemente, porque es lo correcto. La película de Peckinpah reflexiona sobre esto y sobre otras muchas cosas, como he dicho, como saben hacerlos los sabios de veras: con sencillez, con libertad y sin tanta orquesta especulativa. Joya del cine.

4 comentarios:

Ginebra dijo...

Querido Jake, desde luego escribes divinamente. El Western no es el género que más me gusta... Creo que "Sin Perdón", es de las pocas películas que he visto de este género y me gustó.
La comparación ético-moral con el cine de vaqueros me ha parecido muy interesante y original, la verdad.
¡Qué sigas disfrutando de nuestro Valle y sus paisajes!.
Besos

Jake dijo...

Me alegro que te gustase “Sin perdón”, pues es una de mis películas preferidas. Al tanto de esta película dijo Eastwood que “cada vez que se dispara lo que se pone en juego es la moral”: por ello las obras mayores del Western reflexionan sobre ello. La complejidad del género es mayor de la que pueda parecer a simple vista, sobre historias manidas y repetidas muchos directores incluyeron los hallazgos del “cine negro”, de tal modo que los personajes protagonistas ya no son maniqueos, y el espectador no sabe quien es “el bueno” y quien es “el malo”. Leone ya se burlaba de ello, en el cine de Anthony Mann la cosa era compleja, pues el personaje trataba de redimirse de un pasado oscuro cargado de violencia. Eastwood, con “Sin perdón” rizó el rizo y todas las decisiones de sus personajes son morales. Las prostitutas, por ejemplo, imponen una pena de muerte por el ejercicio de violencia que hace un vaquero; el sheriff del pueblo, la ley, ejerce la justicia otorgando unos caballos al propietario (¡¿?!); el protagonista es un asesino sin escrúpulos. Todo ello se constituye en metáfora de la constitución de la nación americana y el mundo todo. Bueno ya iré escribiendo post sobre ello.

paredes dijo...

Todos somos críticos y todos somos políticos.Los que dicen que son apolíticos, están haciendo política.No digo que sea tu caso.
Una cosa es hablar de política , que es la vida misma, y otra hablar de los políticos o el politiqueo, que es lo más común e infructuoso.Eso suele convenirles a los dirigentes .

Por lo demás, comparto bastante tus puntos de vista éticos y me gusta tu forma de diseccionar las películas.No olvides que también eso es una actitud política...pero en positivo.

Jake dijo...

Gracias por tus comentarios, Paredes. Acabo de ver un comentario pasado tuyo sobre mi posible apoliticismo, que no es tal, comos sabes, y sobre lo que el régimen dictatorial procuró, tal y como señalas con razón, para apartar en lo posible a las personas de ejercer una opinión política libre, que venía a significar: di que la política te importa poco y piensa como yo te diga. No es ese mi caso y bien sabes que soy comprometido con mis apreciaciones políticas: de hecho, la ética y la moral son disciplinas afines a la política. Sigo defendiendo el laicismo dentro del Estado, con respeto a las confesiones religiosas y aunque este sea aconfesional. Me considero una personal liberal y, dentro de esa postura que tiene que ver más con la ética que con la política, a la vez, progresista. Las siglas de los partidos me las traen al pairo, aunque está claro que mis ideas políticas se acercan, quizá, a una elite intelectual: te diré más, una de las personas que más influyó en mi actitud política fue un profesor de universidad, que ahora no digo su nombre, pero que es muy conocido en determinados círculos y que intervino en importantes cenáculos, que iba dado de la mano con Enrique Tierno Galván. Nunca digas que yo soy apolítico, pues no lo soy para nada, sino más bien, al contrario. Un saludo compañero/a. A lo que me refiero de que la política no es una de las cosas que más me importen no quiere decir eso: me gusta más la filosofía, el arte, la literatura y el cine como forma de análisis del ser humano, el cual no es solo un zoom politikom, sino, mucho más. De hecho la vida social y política de un hombre no es solo politización de la vida pública: ésta es mucho más rica que eso. Me alegro de veras que me leas.